30 mar 2011

La bajeza de su alteza...

Por: Narces Alcocer Ayuso

Retomo este olvidado blog para plasmar una serie de sentires y pensares que necesitan ser expresados. En ocasiones pienso que soy demasiado parcial al emitir mi opinión y por lo tanto no se tomará en cuenta, carecerá del peso necesario para trascender; y no el es tanto porque me identifique con cierto partido político, no, más allá, no me identifico en lo más mínimo con uno en concreto y es evidente que se trata del PRI ¿razones? para nada infundadas mas no son el asunto de este escrito…

O mejor dicho lo es en una mínima parte. Asumir que mi opinión sea parcial no me quita el derecho y la satisfacción, incluso la obligación de emitirla, y quien coarte ese derecho no es más que un criminal con toda la extensión de la palabra, un violador de derechos humanos, un retrógrado ignaro cuya acción no debe quedar impune. La lucha por la libertad de expresión ha costado muchas vidas y nos sigue costando sangre, ahí tenemos a los periodistas asesinados por denunciar tal o cual delito; se siguen destituyendo a reporteros; continúan expulsando a estudiantes por su manera de pensar, en fin todavía no acaba la lucha.

Pero es interesante saber hasta qué punto es trascendente lo expresado; la mayoría de las veces no trasciende más que en la misma persona que se expresa, pero en otras ocasiones –por más sesgado que sea- el mensaje puede establecer una correspondencia en otra persona, tener eco, generar reacciones. Por un lado se debe respetar la privacidad de las personas, pero en aquellas situaciones que tratan sobre cuestiones evidentes no existiría argumento en contra, ni siquiera la elegante omisión de que “lo que se ve no se juzga”. Por cortesía no se hace, decir que una persona es coja, gorda, fea, que es floja, torpe o adúltera requiere prudencia pues puede afectar “psicológicamente” a dicho individuo y considerarse como “discriminación”, de ahí el surgimiento de los eufemismos.

Sin embargo, cuando se cuenta con la madurez, la sensatez, la sabiduría, la seguridad de sí mismo, no importa si juzgan la apariencia física, los modos, los gustos o preferencias, soy feliz y simplemente me vale madre lo que digan. Cuando son mentiras ni vale la pena escuchar, aunque en ocasiones se requiere de una réplica que saque la verdad a la luz, es especial cuando pone de entredicho información que es necesaria, no hay que olvidar que la información empodera, llegando así a algo equiparable a una lucha de poder.

Esto último es resaltable con los gobernantes, que requieren de autoridad moral para ejecutar su función. Infortunadamente para ellos, al ser figuras públicas, casi todo su ir y devenir es sometido a juicio, siendo blanco de opiniones y todo tipo de expresiones emitidas en una hipotética libertad plena. Eso limita el campo de privacidad a prácticamente nada, sobretodo porque representantes populares son y todo lo inherente a su vida es de interés público, tal como sostuvo Carmen Aristegui cuando cuestionó si el presidente Calderón padecía cierta enfermedad aduciendo que es de interés para todos los mexicano su estado salud.

Por otro lado, hay que reconocer que ociosamente empleamos esa libertad ganada a sangre para lanzar pedradas por el simple placer de joder, por la catarsis que representa, por el atractivo que genera la peladez o la soltura de sopa. Lo hacemos en todos los niveles, con la familia, los vecinos, los compañeros; según los estudios genera un equilibrio psicosocial aunque ninguna referencia de comportamiento acepta para bien el “chisme”. De entre los mayores niveles está justamente el de las personas públicas, donde las “balconeadas” generan dinero, pero también alteran el empoderamiento de las partes derivado de la información, no por nada la prensa es llamada el “cuarto poder”.

De nuevo se abusa de la libertad de expresión y pasamos de las notas sangrientas a las notas escatológicas ¿cómo no recordar los encabezados del periódico Por esto! “maricón”, “mierda”, entre otras cosas? la manía por inventar apodos como “la rata”, “el teclas”, “el idiota”. Son ofensivos, eso que ni qué, pero sólo generan risas y menosprecio a quien lo emita, es un juego de “libertades”. Sonará a pérdida de tiempo pero, de nuevo, es la libertad; el director de aquel periódico se la pasaba de flor en flor y en sus ratos libres de guerrilla en guerrilla, es un hecho que nadie lo quería y hasta lo usaban los paramilitares para canjearlo por alguna tontería con tal de quitárselo de encima.

Ya me perdí en remembrar la vida de ese pobre viejito. El caso es que los medios han otorgado parte de su espacio a criticar a los personajes públicos, por su aspecto físico como que Salinas es orejón o Benedicto XVI se parece a Darth Sidious, por su comportamientos inmorales como que López Mateos se la pasaba entre “viajes y viejas” o que Vicente Fox era un pelado. También tenemos a los cartones. Pero como mencioné, la mayoría de las veces no trasciende más que como un ladrido, doliendo más la condena a verdaderos errores que implican daños al pueblo, el recordatorio que por nosotros están allá y que si nos lo propusiéramos les “daríamos cuello”. Enseguida se nota cuándo algo se trata de mentiras, el sol no se puede tapar con un dedo, y si bien se trate de una mentira pagada como una gratis (no importa la “fórmula”), siempre la verdad liberará o condenará, supeditándose quien emita tal verdad.

Desde que contuvo por el puesto, la mediocre Ivonne Ortega plagó de mentiras su campaña. Sus antecedentes no poseían una pizca de sensatez y buenas intenciones, y aún así obtuvo la gubernatura por razones oscuras y que en su momento comentamos. A partir de su ascenso, se ha dedicado a favorecer de la manera más denigrante y patética a su persona y ha empleado los medios a su alcance para eliminar del camino a quienes no comulguen con sus tiranías, muy a la manera de Stalin. Llena de soberbia, mata de hambre, deja morir, condena y no salva. Como toda una diva, frustrada por su aspecto físico producto de sus excesos solapados en su momento por su tío, sus conocidos bacanales en el terruño y que irremediablemente impactó en su sempiterna ignorancia e inmadurez, ha robado del erario para hacer congruente su anatomía con los estándares de cosmética occidentales y que por más que desee su naturaleza étnica nunca le permitirá. Es una mujer predispuesta genéticamente a la obesidad y que fue sometida a una cirugía bariátrica, que ha arreglado su nariz con procedimientos estéticos, que acude periódicamente a sus sesiones hiperbáricas; que ha cambiado sus huipiles por ropa de diseñador y sólo usa ternos de xocbichuy con luminarias. Que finge cultura, buenos gustos (acudía a sus clases de equitación a la vuelta de mi casa) y modales pero quienes la hemos oído damos fe de sus leperadas que “no son dignas de una mujer”. La clase no se compra porque la clase es algo inoperante en nuestros días, es una manera egoísta de desdeñar la humildad que debe prevalecer en el mundo.

Mas muy a pesar de muchos, para todo lo anterior se tiene derecho, se puede emitir una expresión verbalmente así como expresarse de otras maneras: modales, aspecto, preferencias, etcétera. Si se hace con el erario es un delito, si lo puede maquillar, es chingona, aunque no deja de ser una criminal. Si mintió en su campaña y nunca cumplirá sus promesas, quienes nos vemos mal somos los ciudadanos, pero no es delito. Si dice que realizó tantas obras y nos consta que no fue así y se llevó todo el dinero, aunque lo maquille con empresas fantasmas, no es tan chingona como nosotros pendejos (¿quién como los canadienses que ante los errores de su máxima autoridad lo destituyeron?). Antes era cuestión de miedo, ahora es cuestión apatía. Ya no sólo no hace sino que nos perjudica, el gasto corriente es ofensivo, sin duda ha sido el(la) PEOR gobernantes de los últimos 70 años.

La Historia la habrá de juzgar, y quizá hasta las leyes en su momento; ya somos el hazmerreír del país; hasta los propios priístas no buscan donde meter la cabeza y han llegado al punto en que ante su incapacidad de defenderla prefieren ignorar el problema, o en el peor de los casos a dejarse llevar por la borrachera de poder.

Aunque somos uno de los Estados más pobres de México, todavía contábamos con nuestra cultura, nuestras ancestrales tradiciones, nuestra libertad de expresión, de prensa, de integridad, de elección, garantías individuales que bien adquirimos por ley, pero que por el hecho de ser humanos las poseemos con o sin leyes, e Ivonne Ortega se ha burlado de ellas, las ha pateado, las ha reprimidos, las ha eliminado a su beneficio, y eso, eso es imperdonable, ¡fuera la snob, fuera la postiza, fuera la mediocre, fuera la altanera, fuera la ignorante! pero más que nada ¡muera el mal gobierno!

El doctor Luis Ramírez Carrillo no dijo más que la verdad: lo dicharachera de Ibom la hace popular a la hora del circo; es de pueblo, sin duda, por donde se quiera analizar es “de pueblo”, nació en un pueblo, pero la declaración del estudioso va más por un contexto sociológico: es de pueblo porque el cacicazgo priísta se caracteriza por autoridades de “pueblo” como aquellas que compran al pueblo con bailes populares, corridas de toros o partidos de béisbol, comida y bebida gratis, empleando el dinero público como suyo, sintiéndose arriba de la Ley, sobornando a otros y siendo lambiscones con botellas de whisky, guisos de pavo o piernas de venado y pibes; con casa en la capital y demás, y a ello se le conocer como “político de pueblo”, una figura más identificada con el lamentable machismo mexicano. Pero la pobre ignorante que ha tratado comprar “clase”, que se avergüenza de sus raíces, sus orígenes, sus inicios, sólo lo pudo tomar como si la hayan criticado por ser “pueblerina”, relacionándolo con la idea que su vacía cabecita (¿o cabezota?) puede tener de ello: mugrosa, piojosa y demás.

-No, qué tremendo ¿qué dirán Galilea, Andrea y Alfredo?- habrá pensado -¿estaré caderona?

Pobre mujer, eso le ofendió y su corte de alimañas dijo que se ofendía a “todas las mujeres” de México. Y sí, en verdad se ofende pero por la actitud de la señora, fiel consecuencia de una cultura machista que no tiene cabida en la sociedad actual.
Y es patético cómo muchas autodenominadas feministas se sienten satisfechas porque una mujer está a la cabeza del Estado, o al menos eso aparenta, y la defienden aunque no les haya dado su lugar, siga ofendiendo a minorías y continúe reprimiendo las libertades humanas. Por si fuera poco es sabido que su camarilla la conforman casi sólo varones, todo un "club de Tobi".

Es una mujer de “pueblo”, es caderona, baila bien las cumbias y jaranas; no te avergüences Ibom, es la verdad, y de la verdad no hay que avergonzarse, asume tu condición, no reniegues de lo poco que no has traicionado de los modos yucatecos; ten los “ovarios” para aceptar la responsabilidad en todo lo malo que has hecho a Yucatán, su gente y su cultura. Aunque no es por mí, aún tienes un año y medio para tu tren bala, tus palacios “mayas”, tus hospitales, tu malecón, tus carreteras; tienes un año para consolidar a tus artistas, reeditar la “yucatanense”; un año para rescatar al campo, la industria; un año para hacer de Yucatán una potencia deportiva, de torneos internacionales, de equipos profesionales. Tu “cobijar” ya se fue a la chingada con el calor y los zapatos que dejan huella ya reventaron en la aridez agreste, y aunque los pescadores están jodidos y no se hacen a la mar para sufrir descompresión, al menos le das buen uso a tu cámara hiperbárica. N.R.A.A. Mérida, Yucatán a 30 de marzo de 2011.