24 ago 2012

Mérida: la ciudad que nadie quiso


Por: Narces Alcocer Ayuso

La ciudad de Mérida, en el Estado de Yucatán, se identifica como una ciudad próspera cuya economía se basa en la prestación de servicios en una zona que mucho tiempo estuvo aislada. Esta prosperidad es particular ya que la población se encuentra enclavada en una región donde el desarrollo humano es escaso en comparación a otras latitudes.

Goza de buena seguridad y su economía es estable dado que no se afecta por los altibajos en la industria, el turismo o cualquier actividad primaria. Los productos y la propia prestación de servicios son baratos y hacen de la urbe un lugar atractivo para vivir.

La constancia del éxito meridano se atribuyó no en su dinamismo o geografía estratégica como otras ciudades sino en la calidad y calidez de su capital humano, en el sentimiento fraterno preponderante que convertía cualquier circunstancia en un trato familiar que suele anteponer un bien común y neutraliza de esta manera cualquier diferencia política o social, que si bien podría persistir como trabuco de dimes y diretes, nunca sobrepasaría una condición de cotilleo.

Naturalmente, eso restringe la severidad de los desencuentros y había mantenido la paz, quizá con esporádicos connatos y rarísimos episodios de violencia en el que mucho ha tenido que ver la intromisión forastera. Las experiencias generaron cierta suspicacia para con los extraños y que muchos han tildado de xenofobia pero que en realidad no alcanza cortes de la misma.

La “Ciudad Blanca” fue llamada por decenios y se mantuvo su título “muy noble y muy leal”, condición otorgada a las ciudades de la corona española y que actualmente –salvo en España- no son más que simbolismos. Por lo tanto, Mérida se jactó de su origen europeo y su civilización occidental, de sus principios y costumbres que constituyen una extraña estructura social en la que las satisfacciones materiales se relegaban a lo más bajo: vales más por lo que eres que por lo que tienes.

Gracias a ello, las diferencias que se fundamentaran en la capacidad adquisitiva eran secundarias; así, la ausencia de un móvil codicioso o hedonista fortalecía la paz dado que la luchas personales o interpersonales no se desarrollaban en lo tangible.

Suena interesante y resultaría admirable salvo analizáramos el meollo del asunto: la blancura de Mérida no se basó en su paz o en la claridad de sus edificaciones como muchos sostuvieron al paso, la blancura se refería a la preponderancia en sus habitantes de genes europeos sobre los autóctonos que siempre se buscaba diluir. Curiosamente no promovió un racismo franco pues la simbiosis económica mantuvo altos límites de tolerancia que a larga enseñaron a coexistir sanamente a todos.

Esta condición se consolidó aún más con la llegada de políticos conservadores a las riendas del municipio; estas autoridades, militantes del Partido Acción Nacional (PAN), supieron aprovechar la estructura social de la capital y fundar un sistema de gobierno que aprovechaba las diferencias en los habitantes para asignar beneficios que tuvieran eco en cada uno de ellos, siempre y cuando no condicionaran un bloqueo al ansiado ascenso social. Naturalmente se complementaba con una serie de servicios públicos repartidos de la manera más equitativa posible, que no diera oportunidad de cualquier reclamo potencial de lo más necesitados basados en cuestiones materiales.

Con el paso del tiempo y la evolución de las ideas, ese ascenso social o alcurnia ya no se basó en una dilución de genes mesoamericanos sino en la propia superación personal, profesional o académica. De esa manera, la paz, la estabilidad económica, la riqueza cultural, el relativo aislamiento, la modesta pero funcional y satisfactoria condición de bienes y servicios públicos, proyectaron a Mérida hacia el interés de muchos grupos no siempre con buenas intenciones.

A la par, la pobreza en el interior del Estado que se había convertido en un parásito presupuestal bajo tutela del Partido Revolucionario Institucional (PRI), movió a sus habitantes a emigrar a la próspera capital, lo mismo que gente proveniente de otras entidades que pasaron apuros al no saber cómo adaptarse a la estructura social meridana. Básicamente existía un tabú: podemos coexistir pero no podemos convivir (actitud tomada en ambos bandos).

Por mucho tiempo se criticó lo discriminatorio que resultaban los estratos sociales de la ciudad, de que la “casta divina” imponía criterios, que Mérida estaba dividida en una del norte y otra del sur, que los gobiernos panistas sólo se preocupaban por obras materiales y no promovían valores en conjunto con miras a un verdadero desarrollo social, traducido en un atraso material e intelectual.

Cofradías y cárteles codiciosos se valieron de tales acusaciones y bajo engañosas campañas impusieron a personajes de dudosa calidad moral (por supuesto del PRI) como autoridades estatales y municipales que se dedicaron a retribuirle a sus mecenas sin considerar el daño hacia la población. Se buscó convertir el equilibrado sistema a otro que resultó fallido.

Carente de propios, el ayuntamiento priísta elaboró una campaña mediática que le mostraba como artífice de planes con buenas intenciones pero que a la larga ponía en evidencia que muchos proyectos pertenecían a organizaciones de la sociedad civil quienes más no recibían sino el espaldarazo de las autoridades. Por el origen de los proyectos, la falta de inclusión y representatividad restringía su visión y se enfocaba al beneficio de unos cuantos, haciendo creer a los meridanos que se trataba de acciones a favor de todos. Dado que los proyectos requerían de un trabajo en conjunto, se promovió una convivencia que terminó confrontando a la sociedad yucateca: se cruzaron los límites entre la coexistencia y la convivencia que nunca generó beneficios comunes y nos llevó a inéditos actos de protesta que fueron respondidos al viejo estilo del partido: con censura y violencia.

Mientras tanto, el flujo de recursos económicos se dirigió a un grupo selecto, principalmente del ramo inmobiliario y de la construcción cuyas acciones también se presentaban como obra social pero que carecían de esta naturaleza. Los servicios públicos se interrumpieron y favorecieron una iniciativa privada que sesgó el afán de progreso y escala social de algunos habitantes –muchos foráneos- basados en la superación no tangible, hacia la búsqueda de bienestar cimentado en la riqueza material; basta un recorrido por la Mérida para comprobarlo.

Habiendo saqueado el erario, beneficiado a unos pocos y antes que el municipio colapsara, las autoridades municipales huyeron buscando nuevos aires políticos y dejaron en manos de unos pobres diablos sin capacidad resolutiva a la ciudad, una ciudad que para esos momentos nadie hubiese querido.

Los panistas habían dado a los auténticos meridanos lo necesario para vivir cómodos siempre y cuando la felicidad dependiera de ellos mismos, en cambio los priístas pretendieron darle a los meridanos lo “aparentemente necesario” para ser felices y que sólo les trajo frustración e incomodidades. Hubo un voto de castigo para el PRI y la anterior alcaldesa y fue electo un primer edil panista, joven y desligado de grupos intestinos; representa la esperanza de muchos para rescatar ya no la blancura del antiguo apelativo sino una blancura basada en paz auténtica, y no en la apócrifa y comercial del eslogan del ayuntamiento 2010-2012.

Esperemos que el daño ocasionado por ese grupo de bandoleros a la estructura social, al sistema meridano, no sea irreversible y que la semilla de codicia hedonista, presunción y cualquier egoísmo basado en lo material no haya sido sembrada. N.R.A.A. Mérida, Yucatán a 24 de agosto de 2012.

2 oct 2011

LA SAGA DE LOS CHILES

Por: Narces Alcocer Ayuso

Siendo parte de la comunidad bloggera, a lo largo de los años me he hecho de algunas páginas para compartir con el mundo mi pensar, mi ser y sentir; afortunadamente han tenido una buena aceptación, unos más que otros de acuerdo a las estadísticas pero estoy satisfecho. En definitiva no coinciden mi gusto por las letras con mi adaptación a la aldea global, mucho antes lanzaba flores por aquí o por allá, el caso es que tengo algunos trabajos que no he compartido, más que nada por celo -en especial los trabajos en verso- y respecto al presente, por la incertidumbre que representa su publicación ¿en dónde publicarlos? –me preguntaba- ¿en mi blog de comida si son chiles? ¿en el de temas de Salud si es sobre Medicina? ¿quizá en éste por ser de política? mhhh, mejor evitarme problemas y quedármelo, guardarlo en alguna cápsula de tiempo y desempolvarlo en 300 o 400 años según convenga.

Sin embargo, después de su infructuosa insistencia por que yo publicara esta saga, la hermana de un servidor se tomó la “libertad” de publicarlo en su red social, y aunque no puedo evitar ya la primicia, tengo a bien compartirla. Primero porque una de las personas que me inspiró a escribirla se ha ido ↑, segundo porque ya necesito “actualizar” algunos de mis blogs (o blargs, como yo les llamo), y finalmente porque por azares del destino y la pequeñez del mundo, me encontré con un blog donde tuve a bien leer interesantes entradas que me hicieron ver que las cosas no han cambiado, siendo viables aún las opiniones sobre las experiencias encontradas hace unos años en tan particulares circunstancias. He tomado la decisión de publicarlo de manera conjunta en el de temas de salud como en el de sociedad y política, dividido en tres partes de acuerdo a la fecha que fueron escritos:


I. Los chiles del doctor (14/04/08)


Espero que el título de este escrito no genere suspicacias a pesar de ser, efectivamente, un nombre "picante". Para el mes de agosto del año anterior llegaba con entusiasmo a la comunidad rural donde realizaría mi servicio social como médico pasante; iba emocionado y dispuesto a retribuirle a la sociedad la educación recibida orgullosamente en la universidad pública donde me forjé.

Amén de lo noble de mi profesión y los gratos sabores de boca que obtiene uno al saberse de la fe de tanta gente que nos confía su vida y salud entera, no me era indistinto el modo campirano de agradecer las atenciones; tantos eran los relatos de mentores y otros viejos compañeros sobre el agasajo de la comunidad hacia el médico local que ya me veía yo hinchado de costales de "chinas", plátanos manzanos, unos nutritivos "blanquillos" de patio y la infaltable pierna de venado.

No me sorprendió verme con las manos vacías al principio, pues era lógico el recelo hacia mí como médico "nuevo". Buscaba esforzarme para ganar primeramente la simpatía de los pacientes, parte vital en mi desempeño profesional; además entendía perfectamente la situación precaria en la cual se hallaba la mayoría del pueblo y la espera de algún obsequio era más por curiosidad que por dolo.

Al paso de las semanas comenzaron a llegar los presentes: unos "cocotazos" de huevo por parte del panadero, una sandía de la milpa de don Roberto y una "bola" de pozole con coco a cortesía de doña Fidencia, por supuesto que eran bienvenidos. Al transcurso de los meses recibí unos pequeños "pibes" en finados, pero fuera de las cuatro menciones no he recibido en casi un año algo más; la situación no era exclusiva de mi comunidad sino compartida por gran parte de mis compañeros pasantes en todo el Estado, hecho comentado en cada reunión mensual en la sede jurisdiccional correspondiente o bien en la Facultad.

La trascendente generosidad relatada por nuestros mayores era una leyenda. No hacía falta quien dijera que era resultado de la deshumanización médica, que nosotros habíamos desdeñado la confianza del pueblo; otros más achacaban la situación a los galenos formados en escuelas ajenas a la nuestra, principalmente aquellos provenientes de otras entidades, y que también servían un año como todo pasante.

Consumido por la duda mecía la hamaca cada noche en el Centro de Salud, acompañado de algunos "x'cuclines" y uno que otro "pik", y por el día permanecía en el consultorio viendo el desfile interminable de pacientes que acudían a la unidad en busca de medicamentos y no para una solución integral a su problema, la cual comúnmente intentaba otorgar, incluso a pesar de la barrera lingüística. Realmente me había resignado a recibir las míticas regalías de antaño pero no por ello desestimaba un sincero "gracias" por parte de los pacientes; lamentablemente éstos eran también escasos.

Me habitué a la rutina y consideraba el extraño consejo de nuestros coordinadores: "no traten de cambiar al pueblo sino traten de adaptarse a él". ¡Caramba! -pensaba- entonces tendría que aplicar la "ley del hielo"; sin embargo al final llegué a la conclusión de otorgar la mejor atención posible de una manera desinteresada (si es que existió alguna intención franca previamente).

Y así pasó el tiempo; durante mis pocos ratos libres por las tardes buscaba una distracción que de preferencia hiciera asolearme y respirar aire puro, ésta tendría que ser cerca a la clínica, toda vez que las abundantes y punitivas jaurías de perros eran más rápidas que yo. Resolví finalmente explotar el lóbrego patio del mismo centro de salud, un terreno de unos 30 x 30 que invitaba a cultivar unas hortalizas, pues dada la inmensa hierba del suelo aquel debía ser fértil.

Decidí probar primero con las semillas de un colorado chile habanero -adquirido en la tortillería- y que había salido todo "campana": picante y repicante. Preparé la tierra sin conocimiento agrónomo alguno, surgiendo al cabo de dos semanas y un hídrico asedio varias ínfimas plantas; mi sentir fue grato, similar a la párvula reacción que tuvimos al descubrir un germen en aquella semilla de frijol que colocamos en un algodón húmedo. Eran mis "hijos" y les brindaría la mejor atención posible. Los vi crecer, desarrollarse y tener fruto, literalmente; ignoro si era por mis prolijos cuidados pero cada mata tuvo en su primera floración más de treinta chiles, llegando a contabilizar hasta el día de hoy más de cincuenta ajíes por planta.

Dado el éxito de este cultivo opté por variar mi huerta: maíz, frijol, tomate, rábanos, sandía, mandarina, melón, pepino y lechuga romana (aunque digan muchos que aquí no se da). Y aunque parezca una exageración todos han sido un éxito, siendo el trabajo de más de seis meses que ameritó adentrarse en la selvática maleza de mi patio con el riesgo inherente de encontrarme con alguna alimaña; afortunadamente sólo fue una pequeña “chayil-kan” y escasas tarántulas, además de una tuza que nunca vi.

Definitivamente lo más vistoso de la huerta seguían siendo los chiles, situados a la vista de todos. Confiado en el ambiente pueblerino, inocentemente dejé los frutos en la planta con la intención de cosecharlos hasta la madurez total, esto es hasta que se tiñan por completo de rojo. Sin embargo súbitamente noté cómo la cantidad de chiles decrecía por lo que fue obvio el robo de los mismos. No comprendía cómo estando en un pueblo, donde toda la gente se conoce y en el cual se acostumbra tener plantas de naranja agria, achiote y chile habanero en cada patio, me podrían robar los propios. Mi primera reacción fue la de colocar un letrero que prevenía a la gente de no "bajar" los chiles so pena de hacer enojar al doctor de casi 1.90 y más de 100 kilos. Desafortunadamente no tuvo éxito, quizá por el enorme analfabetismo de la localidad. Agobiado por la sustracción me vi en la necesidad de sacrificar gran parte de la pequeña ayuda económica como pasante para cercar con una elevada "malla de gallinero" mis sembrados; sólo así acabó la cleptomanía.

Un médico de años en la comunidad me explicó someramente que en la actualidad la gente ya no cuenta con plantaciones en sus patios, pues todo lo que represente trabajo debería ser remunerado económicamente aunque el fruto de dicha acción siempre fuese para su provecho.
Con aquel comentario y con el acoso sempiterno de los insectos durante las calurosas noches de apagón, no pude evitar reflexionar acerca del problema y explicarme así el por qué de la dadivosa costumbre desaparecida a la cual me referí en principio y la paradójica situación actual. La respuesta fue clara y estaba en mis narices: paternalismo.

Leyendo las hojas de atención y recetas se miraban dos grandes nombres: Oportunidades y Seguro Popular, programas federales que otorgan servicios a la gente de escasos recursos. Leí además una pequeña leyenda al final de los mismos papeles que rezaba ser "financiados con recursos públicos provenientes de todos los contribuyentes (impuestos), quedando prohibido su uso para finos ajenos al desarrollo social". Surgió así la incógnita de que si mi formación académica había sido pagada por los impuestos, la ley sostiene que debo retribuirle a la sociedad un año de servicio, sin embargo ¿a quién debería prestarle ese año de servicio? porque al menos nadie, absolutamente nadie en el pueblo donde me encuentro paga impuestos: la corriente eléctrica y el agua potable se encuentran subsidiadas y sólo le paga el consumo, no pagan impuesto predial, no tienen vehículos a motor que generen tenencia, se autoemplean y no generan ISR, y para finalizar sólo consumen productos del comercio informal, que no pagan IVA, era innegable que esta gente no había financiado mi profesión ¿por qué a ellos les dedico un valioso año y no a mis reales benefactores?

Una persona a la cual estimo mucho me contestó crudamente al cuestionarme si pensaba que la clase trabajadora, preparada y productiva permitiría que un médico recién egresado se encargase de su salud, a lo que respondí que no, pues era evidente que alguien que genera impuestos demande atención de mayor experiencia, enviándonos a la población no productiva. Esto porque la misma Constitución garantiza la salud (artículo 4º), por lo que la Nación debe proveer personal sanitario a todas las comunidades, lo que genera sueldos, sin embargo los contribuyentes no permitirían gastar fondos públicos en sueldos de personal que no les proporcionan beneficio inmediato, es por ello que optan por los pasantes en servicio social quienes les debemos "algo" y así salvaguardar las contribuciones toda vez que no recibimos más que una ayuda simbólica inferior a un salario mínimo, garantizando de esta forma los fondos para la obra pública.

Pareciendo una respuesta franca, no lo es del todo, además que se preguntarán qué tienen que ver los impuestos con los chiles. En días previos se otorgó el apoyo del programa Oportunidades (nieto de Pronasol e hijo de Progresa), nunca había asistido a una ceremonia de estas y en ella descubrí los apoyos de hasta cinco mil pesos que recibían las beneficiarias, en especial las que contaran con mayor número de hijos. Inmediatamente al módulo de la Sedesol llegaba el tianguis de ropa y enseres de dudosa calidad, a pesar de lo cual la gente se volcaba a adquirirlos, con el riesgo de cargar consigo efectivo al llegar al hogar para que el marido se lo beba.

El apoyo era por dos cosas: primero por la educación, para garantizar la asistencia de los hijos a la escuela... imagínense, aunque la educación es obligatoria en el país tiene que pagársele todavía a muchos alumnos para poder asistir a la escuela (y como tengo un colegio a cada lado de la clínica, es patético observar por las tardes mientras riegos mis chiles cómo estos educandos se fugan de los planteles durante las horas de clases por un terreno baldío trasero). El otro componente es el de la salud ya que se obliga prácticamente a los beneficiarios a acudir puntualmente a sus citas de acuerdo la atención que requieran y en periodos determinados (un mes, seis meses, etcétera), entonces resulta todavía peor considerar que se debe pagar a la población para conservar su propia salud, como si no fueran responsable de sus actos o no obtuviesen beneficio de ello, y todavía más es que de no conservar la salud cuenten con el Seguro Popular que garantiza su atención sin costo, es decir que de nuevo se le carga al erario la falta de responsabilidad de la población no productiva para sí mismos. ¿Esto los hace parásitos?, claro que no y veamos por qué:

Nuestro país es rico en recursos naturales, de los cuales somos dueños todos los mexicanos, el Estado hace uso de estos recursos no renovables para "completar el gasto presupuestal". Entre estos recursos el de mayor importancia es el petróleo, a cargo de Pemex. La carga impositiva a la paraestatal es del 90% de las ganancias, y al menos no haya un correcto uso de los recursos públicos, con una verdadera reforma fiscal que evite la enorme evasión de impuestos en el país, ya sea en deducciones o comercio informal, la empresa colapsará pronto. No obstante nadie pareciera a corto plazo querer retirarle el cargo a Pemex, primeramente los políticos (algunos con su máscara de no privatización -farsa pues sería violar la Carta Magna-) ya que se acabaría la mina de oro que sostiene al gasto corriente y los programas sociales de la población improductiva -por ende los votos-. La clase media trabajadora transcurre en un flujo cerrado de impuestos-obra pública por lo que no se ve realmente beneficiado por aquel "patrimonio de la nación", pero si la carga impositiva a Pemex disminuyera ¿de dónde saldrían los recursos para la continuidad del gasto corriente y los programas sociales ante el riesgo más de perder votos que de descontento social? simplemente de la cada vez más agobiada clase media trabajadora que sí paga impuestos. Ante ello mejor exprimir a Pemex, lamentablemente algún día se acabará el petróleo con o sin carga impositiva, con o sin privatización.

Por eso la solución a los programas sociales no radica en otorgar apoyos monetarios tan a la ligera al pueblo ¿acaso se genera igualdad de oportunidades y se garantiza la equidad social, manteniendo a raya fenómenos como la delincuencia, epidemias, problemas de salud y levantamientos armados que perjudicarían a la sociedad completa? no lo creo, parecería ser sólo por votos.

La gente del campo, en especial los indígenas, se ha caracterizado en la historia por ser trabajadora y salir avante a pesar de la discriminación y los problemas sociales propios de su ambiente, sin embargo ante este paternalismo de darles todo y además pagarles los ha sumido en un bache de latencia del cual no parecieran querer salir, sintiéndose plenamente merecedores de todo y exigiendo atenciones a costa de otra gente ¿qué sería de ellos sin los apoyos? fácilmente se comprueba tomando el ejemplo de los descendientes de inmigrantes europeos que comúnmente conocemos como "menonitas", pues no reciben ayuda alguna del gobierno, y sin embargo lograr autosostenerse; he visto como tras el paso de huracanes y sequías han perdido sus cosechas y animales, a pesar de los cual salen adelante, siempre sin ayuda alguna más que la de su propio trabajo; y seguramente en caso de recibir apoyos no lo despilfarrarían en refrescos de cola, frituras o "chacpol". Si nuestra raza cuenta con un pasado sorprendente, pleno de cultura y logros hasta el día de hoy inexplicables ¿cuánto podríamos esperar?

Bueno, pero ¿qué rayos tienen que ver los impuestos y el petróleo con los chiles? Pues como mencioné anteriormente es porque, como a lo largo de varios sexenios se ha enajenado la cómoda manutención de las clase no productiva y/o necesitada que el día de hoy, es necesario retribuirles un beneficio adicional -generalmente monetario- a la tarea encomendada, es decir que además de salud se le debe de pagar, además de educación, se les tiene que pagar, y además de cualquier programa como cría de borregos, cultivo de invernaderos o la simple plantación de chiles, además de la ganancia de la actividad por sí sola -que sería exclusivamente del beneficiario- si no se le otorga un apoyo económico, entonces no vale la pena mover un dedo. Es por eso que durante mi servicio no social no he recibido elotes, naranjas, gallinitas o qué se yo, simplemente porque no se les paga por ello -aún-, entonces no cuentan siquiera con una simple y llana mata de chiles habaneros, envidiando los del doctor al grado de robarle o hacerse de uno de la manera más fácil, son ellos ahora quienes esperan obsequios por mi parte. Así, cuando un paciente me señala con dolo lo "bonito" que están mis chiles, le ofrezco con la mejor intención las semillas que he juntado de tantos frutos maduros para que ellos mismos los siembren y cuenten con plantas en su hogar. Lamentablemente como no les pagarán su "oportunidad" por esa actividad, optan por rechazar la invitación, quedándose con las ganas de un buen picante.


II. La chamba de policía (13/05/08)


Definitivamente no hay terreno en este mundo para mayor distracción que la otorgada por el trabajo, el trabajo de uno mismo, su empleo, labor, oficio, profesión o "chamba". La remuneración, pequeña o grande, justa o no tanto, siempre deja un grato sabor de boca a quien con esfuerzo y dedicación la obtiene para el sustento de los suyos, esta clase trabajadora es comúnmente conocida como PEA (población económicamente activa). No cabe duda tampoco sobre la existencia de grupos capaces de trabajar pero que no lo hacen, embelesándose en cambio con el trabajo de otros, como ejemplos tenemos a los hijos de familia acomodada (comúnmente llamados "juniors"), Manuel López y su camarilla o la gente descrita en "Los Chiles: Episodio I" (aquella que gracias a la dedicación de la clase media trabajadora que llena las arcas de la SEDESOL con sus impuestos, recibe apoyos económicos mensuales sin preocuparse por trabajar o siquiera cultivar una mata de chiles). Estos tres cárteles realmente son mantenidos por los tributos fiscales de la población activa ya que los "juniors" son mantenidos por sus progenitores funcionarios públicos que viven a su vez de la teta del erario, y tanto a Manolo López como su séquito de bandoleros los mantiene Marcelo con el presupuesto del Distrito Federal.

Así nos damos cuenta cómo el conjunto de "fichitas" vive de la recaudación fiscal, resultando todavía peor el hecho de malgastar esta dádiva en tonterías, no dudando que fuera en alcohol, y es que no podría ser de otra forma: los "hijitos de papi" se beben sus "domingos" y terminan atropellando a gente inocente en arrancones (aunque no haya reactivos químicos para comprobarlo lo vemos en las páginas electrónicas de videos); también, sólo a alguien etílicamente intoxicado se le ocurriría armar patrañas faltas de civilidad como al tabasqueño, y por último los beneficiarios de OPORTUNIDADES malgastan el apoyo mensual en "caguamas" y "chatitas"; es por todo ello que esta población debería bautizarse como PEDA (Población Económicamente Dependiente de la Activa).

Pero bueno, nadie reclama y los pocos que levantamos la voz somos tachados de fascistas o "yunquistas" cuando ni siquiera barbas tenemos; además, como a la gente le gusta llevarle la contraria a Dios todo permanecerá igual (digo esto porque según la Biblia desde el inicio de la humanidad le fue dicho a Adán que tendría que ganarse el sustento con el sudor de su frente y luego Jesús afirmó que deberíamos amar al prójimo como a nosotros mismos, por lo tanto si nos partimos el alma por una carga impositiva que beneficie a la PEDA no ganamos adecuadamente nuestro sustento con aquel sudor y por otra parte ellos reciben un sustento ajeno y para colmo sin sudor, pero no porque "amemos" a nuestro prójimo al grado de construir su manutención ya que si realmente lo amáramos le deberíamos motivar con estrategias distintas y así activarlos económicamente).

A pesar de todo, entre la PEA y la PEDA existe un territorio sustancialmente extenso donde se halla un puñado de población errante, esta es aquella que oficialmente se dedica a alguna actividad pero que técnicamente no la hace, estos conforman el grupo de COPA (COmpromisos Políticos o Amigos), gente no capacitada para actividad específica, que recibe la tarea de realizar precisamente esa actividad y que obviamente NO realiza (a diferencia de los "aviadores" que sí saben la actividad pero que no la realizan o bien el C. Procurador federal de protección al ambiente que no sabe hacer la actividad pero que la realiza).

Podría numerar diversos ejemplos pero uno en concreto sobresale en nuestra sociedad: los policías, pero no los oficiales de policía que reciben instrucción en las academias respectivas sino los "polecías", individuos no calificados para guardar la seguridad ni servir o proteger. En Yucatán esta situación representa un grave problema sociopolítico que no encuentra pronta solución.

Este fenómeno ocurre primordialmente en las poblaciones rurales. Gracias al avance democrático se vive una alternancia de partidos en diversos sectores, sobretodo el municipal, sin embargo el lamentable revanchismo político genera situaciones tales como la descrita.

México es un país donde el subempleo es alarmante y no porque haya baja demanda de trabajo para algunas profesiones sino porque una sección notable de las nuevas generaciones profesionales considera la burocracia como una forma de asegurarse una pensión a futuro cuando la realidad actual apunta al sector privado. En parte esta nueva PEA se ha visto influenciada por sus padres burócratas quienes -beneficiados por el oficialismo de antaño- consideran estas bases laborales como un patrimonio intestato cuando los hijos beneficiarios no cubren siempre el perfil para el puesto, es así como vemos abogados enseñando inglés, profesores cubriendo horas de prefectura o contadores instruyendo sobre computación; si bien la docencia no es un subempleo sí lo es cuando los estudios profesionales no tienen nada en común con la materia impartida.

El caso es que este tipo de subempleo no se limita a la burocracia pura sino a aquella de conveniencia: individuos que apoyan a determinados candidatos con el fin de recibir un pago en especie, principalmente laboral aunque estos sujetos no tenga la mínima capacidad para tal puesto. El natural atractivo de la burocracia temporal es innegable y de alguna forma no podemos achacarles a estas personas parciales la culpa del todo; la condena apunta al candidato ganador quien les otorga responsabilidades que no son capaces de cumplir.

Esos son los "policías de pueblo", quienes no portan dignamente el uniforme al grado de verse en estado lamentable los domingo posterior a una departida en la cantina local. Como no hay donde colocarlos, los ediles entrantes, faltos de toda ética, les ofrecen la famosa "chamba de policía" a sus seguidores de campaña.

Según relatan los expertos, cada trienio el presidente municipal en turno cambia a los policías locales por aquellos con los que guarda compromisos políticos o bien amigotes de taberna. No importa la preparación o antecedentes, los hay analfabetos y con historial penal. No reciben adiestramiento alguno y el primer edil los emplea más para actos represivos que para guardar el orden, o bien para reforzar el equipo de beisbol del ayuntamiento. Si bien los anteriores "agentes" tampoco llevaron adiestramiento, al menos llevan tres años en el puesto y tal vez sepan someramente el proceder de las situaciones, pero los compromisos de campaña despedazan la seriedad.

Gran parte de los "polecías" de la comunidad donde realizo mi servicio social adolecen esta condición de COPA. Me había mantenido ajeno a ellos hasta hace un tiempo: unos meses atrás los padres de familia junto a diversos actores del municipio entre los que me cuento solicitamos la presencia de un contingente cada tarde a la salida de los estudiantes de la secundaria (adjunta a la Unidad de Salud) para evitar cualquier desmán de los vagos y drogadictos que acuden a la pequeña plaza cercana para molestar a las jovencitas o incitar vicios en los muchachos.

Durante el acoso hídrico diario hacia las célebres plantas de chiles habanero en el frente de la clínica, así como de los sembradíos del patio, pude observar con relativa satisfacción la presencia de aquel contingente solicitado en favor de la tranquilidad estudiantil.

Con los connatos de robo previos me vi en la necesidad de aprovechar la presencia policiaca para pedirles una vigilancia ocasional a los picantes, sobretodo los martes (durante cuales me ausentaba por completo de la unidad).

Desgraciadamente mi confianza fue efímera pues a cada regreso disminuía la cantidad de ajíes; fue entonces cuando cada tarde procuraba echar un vistazo a los guardianes del orden para descubrir su rutina diaria; mi asombro fue súbita al notarlos holgazaneando toda la condenada tarde bajo la sombra de un frondoso laurel, entonces asumí que la vigilancia acordada nunca se llevó a cabo.

Busqué comprender que no era su deber directamente, que siendo la clínica un lugar público la intromisión de cualquier hijo de vecino era natural, y aunque el robo fuera un delito ¿qué tanto afectaría la sustracción de unos cuantos frutos de las matas del doctor codo? Pensé en una posible complicidad de los oficiales pero más tuvo lugar la probabilidad de una indiferencia por parte del contingente, es decir les "valía madre" (al estilo Jalisco).

La antipatía por los "polecías" fue creciendo cuando en una ocasión divisé a un grupo de jovenzuelos fugándose de la escuela a través de un terreno baldío posterior a la clínica (eran los mismos muchachos que sólo acuden a la secundaria para que la madre pueda cobrar su apoyo de OPORTUNIDADES y no por estudiar y superarse). Ya antes habían hecho de las suyas pero no quise aguarles la huída toda vez que yo fui adolescente también y en más de una ocasión me "escapé" de la secundaria. Lo que hizo diferente esta ocasión era que la horda de imberbes entró a una propiedad privada perteneciente a un médico local, y como éste no se encontraba intentaron forzar la cerradura, fue así cuando decidí notificar estos actos vandálicos a los oficiales; crucé la calle y me dirigí al confortable parque donde la "echaban", pero mayúscula fue mi sorpresa cuando esta vez no se encontraban "echando la hueva" sino "echando la suerte" pues andaban jugando barajas con aquellos jóvenes vagos narcomenudistas para los cuales fueron comisionados mantener a raya (¡ah! y estaban apostando). Me hice de la vista gorda y traté de cumplir mi deber ciudadano avisándoles sobre aquel virtual delito. La respuesta encontrada fue patética y denigrante: me señalaron su incapacidad para proceder pues debería acudir con el director del plantel quien a su vez llamaría a los padres de esos chiquillos para una consecuente reprimenda. Les hice notar que los adolescentes no se encontraban en el plantel y por lo tanto la injerencia de las autoridades educativas sería nula, y ante la tentativa de allanamiento de morada, en su calidad de falta penal, eran los agentes quienes deberían actuar. De nuevo les valió un cacahuate asegurándome que cuando se repitiera les "llamarían la atención". Me retiré todavía más decepcionado a mis labores diarias.

En los días posteriores mandé avisar al colega que reforzara las puertas de su vivienda, acción que fue llevada a cabo inmediatamente y con lo que los jóvenes delincuentes no lograron nunca su cometido.

En cuanto a los robos de chiles continuaron y opté finalmente por cercar con malla los sembradíos tal como relaté en el escrito previo; así mermaron los hurtos y redacté los "Chiles del doctor I". En aquella ocasión no tomé en cuenta la necesidad de integrar mi ríspido encuentro con la "Ley" pero sí para no olvidarlo y considerar a corto plazo este fenómeno policial.

Sin embargo lo que me motivó a denunciar finalmente esta problemática ocurrió en días recientes cuando una amable señora acudió a consultar con su hija adolescente, alumna de la vecina secundaria; esta dama me "chuleó" los chiles como todos los pacientes aunque esta vez no vacilaría en obsequiarle algunos dada la amistad que llevaba con ella; entre plática y plática le relaté los robos anteriores, posteriormente me reveló con toda la calma del mundo la autoría de las desapariciones. Esta confesión se la había comunicado su hija quien, como la mayoría de los estudiantes del plantel, había descubierto "in fraganti" al delincuente, o mejor dicho a los delincuentes. Y sí, como lo imaginan, eran los propios "polecías" quienes martes a martes sustraían sin permiso frutos de mis plantas y fingían demencia al ser interrogados; los mismos agentes municipales que se beneficiaron con la "chamba de policía" para presumir de una impunidad que ellos consideran les otorga aquel uniforme que no llevan con digno cargo, siendo únicamente un pago por su proselitismo; les han delegado funciones que no saben llevar a cabo y que por lo tanto no realizan: guardar la ley y el orden, servir y proteger, en este municipio y en todos los de Yucatán y México donde la ciudadanía no ha exigido una mejor administración por parte de las "comprometidas" autoridades locales, quienes a la falta de una ley que regule estos casos, continuarán otorgando funciones a quien no lo merece ni es capaz de hacerlas.


III. Rumbo a España (12/06/08)


La fortuita adquisición de un colorado chile habanero hace más de siete meses trascendería de una u otra forma en el acontecer diario de una pequeña comunidad al sur del Estado de Yucatán. Y no es cuestión de haber sido el “chile de la discordia”, todo lo contrario, era un frutillo bastante menospreciado, no porque sus rutilantes venas de capsaicina no invitaran a una enfrijolada tarantela tras el primer mordisco sino porque se presentaba en el modesto aparador de una tortillería que le hacía evidente el valor agregado tan desdeñado por un sector de la población que tradicionalmente espera las dádivas de “papá gobierno”: si la lluvia presupuestaria y los excedentes petroleros eran capaces de “pagar” por cuidar la propia salud y asegurar un futuro estable con la educación ¿qué costaría darles un chile?

Definitivamente sería al acmé de la inoperancia, una condición parasitaria de la sociedad que algún momento sería necesario exterminar, pero que afortunadamente no ocurrió, y no porque no quisieran hacerlo sino porque la otrora secretaria Zavala Peniche y la anodina señora Ortega se disputaban el título por ser la “primera persona en haberles dado un chile a los marginados habitantes de Yucatán”. Ninguna lo logró: la primera fue acertadamente removida del cargo por el Presidente Calderón y la segunda tenía tantos compromisos de campaña que dejaban pequeña a cualquiera “chamba de policía” pues representaban millonarios negocios consistentes en darles zapatos a niños que ni caminos tenían en sus paupérrimas comunidades, a regalar cobertores en localidades donde hasta hace dos semanas los termómetros rebasaron los 46°C y a empachar a los infantes desdentados con galletas plenas de lombrices, ya de por sí numerosas en sus párvulos vientres… en fin no era tiempo electoral.

La necesidad de montar guardia las 24 horas en mi clínica adscrita, además de asegurar las permanente prestación de servicios de salud, era para proteger las valiosas papillas del programa “Oportunidades” que prometían un mejor estado nutricional, el oportuno crecimiento y la evasión de enfermedades que amenazaban la integridad y porvenir de esos valiosos seres portadores y representantes del futuro de las familias: sus cerdos y gallinas.

Con la asignada tarea de permanecer en la comunidad seis días a la semana era inevitable el acoplamiento a las circunstancia del lugar, evidentemente hasta donde la infranqueable jauría de perros de la calle 19 me lo permitía. Con la opción de trabajar el vasto terreno del Centro de Salud tuvo lugar el nacimiento de la “Saga de los Chiles” que he compartido con gran parte de mis conocidos y uno que otro desconocido; entre los primeros sobresalió un querido tío (radicado actualmente en la Madre Patria) por su interés en hacerse de las semillas que unas 252 familias afiliadas a “Oportunidades” se dieron el lujo de rechazar. Definitivamente no le negaría el placer de fomentar el cultivo casero de chiles en dicho país, al menos el Ministerio de Agricultura no lo permitiera por tratarse de una especie de planta no autóctona de la Península Ibérica; y es que las intenciones de mi tío eran sinceras: en España tenían sal y tenían “salero” pero les faltaba el chile verdadero (que sólo es el habanero).

Por supuesto que lo mejor sería entregar personalmente las semillas pero mi beca de 1100 pesos mensuales no me garantizaban la pronta capacidad de costear un viaje trasatlántico; pensé que la buena dieta mediterránea podría prolongar la vida de mi tío hasta los 100 años, época en la que aproximadamente juntaría el dinero suficiente para viajar a Europa al paso que iba; en un agarre de desesperación me trasladé al Puerto de Progreso para viajar de polizón en algún barco de bandera mexicana con destino al Viejo Mundo, lamentablemente a mi llegada se me informó que la marina mercante nacional ya no existía por lo que si deseaba cruzar charco debería colarme en alguna embarcación española; suerte la mía que una proveniente de Campeche, de nombre “JC”, estaba a punto de zarpar, llevaba la nave una carga valiosísima para no retornar jamás a México; no importó, me hice de valor y a punto de saltar me enteré que haría escala primero en el continente negro, entre aguas plagadas de piratas somalíes; entendí por tanto que el agua salada les afectaría bastante a las ínfimas semillas y mi resignación fue inmediata.

De regreso a la monótona vida de pasante en servicio social me encontré con la tragedia que en toda la población escaseaban los chiles habaneros, los pocos que no dilapidaban su “oportunidad” en alcohol o refrescos de cola se vieron en la necesidad de comprar insípidos chiles serranos buscando una señal de picante que les mantuviera la esencia mexicana; desafortunadamente tal situación los hizo indignos de la yucataneidad. Curiosamente las autoridades promovían la “denominación de origen” del chile habanero por aquel entonces, lo que sólo traducía una real ignorancia de la problemática local. Mis picantes alcanzaron tal cotización que mi andar se volvió portentoso por las vías pueblerinas, los infranqueables y escuálidos canes de la calle décima nona me cedieron el paso libre hasta el corazón del pueblo… mas ¡oh, sorpresa! tres cuadras arriba y una previa a la plaza central me cerraron el paso tres robustos gansos propiedad del sastre que no traían buenas intenciones, me repuse y decidí enfrentar gansos con patas (porque planeaba patearlos si me acosaban) pero oportunamente el dueño de los palmípedos los maniató y proseguí con mi andar; lo primero que pensé fue que a nadie le convenía tenerme en contra pues potencialmente cualquiera se vería beneficiado por unos chiles en “caridad y misericordia”, sencillamente era un dios.

Al llegar a la plaza no había nadie, la alcaldía estaba desierta y los pocos “polecías” de guardia no eran dignos de mi atención, pero entonces me sentí solo, al momento que una esporádica llovizna me persuadió a regresar.

Cabizbajo retorné al Centro de Salud cavilando de aquí para allá, sencillamente no comprendía el pensamiento local: primero me envidiaban los sembradíos que intenté fomentar a la vez en la apática población que rechazó la oferta al no beneficiarse económicamente para luego ser el único poseedor de picantes en el pueblo y pasar desapercibido totalmente, como si nadie me “pelara”, incluso aquellos perros que me dejaron pasar simplemente lo hicieron porque ya no me hacían caso y no por otra razón. Tal vez me hayan robado los mismos policías algunos frutos pero al cercar los arriates donde se hallaban las matas los hurtos cesaron. Por un instante pensé que se trataba de una estrategia psicológica para terminar obsequiando mi valioso tesoro enchilado o tal vez una antipatía generalizada en la misma población al viejo estilo zorro: “con lo que nos gustan los chiles mejor que se le pudran al doctor…”

Con dichas ideas la sensación divina que sentí alguna ocasión de mí mismo se esfumó; si bien ésta había nacido desde una perspectiva didáctica como al principio flagraba, se volvió aparentemente egoísta y colmada de prejuicios, o al menos fue lo que un loro me dijo una vez. Sin embargo algo no cuadraba y fue el hecho que la gente que recibía algún chile de obsequio lo aceptaba sin vacilar, lo que hizo evidente la ausencia de ese orgullo que imaginé.

Al enterarse la gente que los chiles estaban siendo “aflojados” todos se volcaron a la clínica, de inmediato asumí una actitud suspicaz que se vino abajo con un novedoso argumento que al principio me inyectó esperanza y era que las personas pedían los chiles ahora para sembrar las semillas (efectivamente una fugaz satisfacción cubría mi rostro). Ante la fuerte demanda de picantes me vi en la necesidad de apartar las mejores semillas para España pues no perdía las esperanzas de hacerlas llegar.

Pasados unos días y tras el desmembramiento de dos matas enteras decidí interrogar a los beneficiarios… ¡BOOM! Lo que escuché me dejó atónito, en shock: el 90% de los que recibieron chiles negaron haberlos pedido para obtener sus propias plántulas, el restante 10% reconoció pedirlos por sus semillas pero la mayoría sostuvo que “olvidaron” plantarlas y un descarado de plano me respondió que en realidad quería las semillas para alimentar a su cardenal y así “cantara” más el pájaro.

Fue la decepción total, me habían visto la cara, mas justo por esos días el Gobierno Federal anunció un programa de emergencia que terminó por hacerme comprender esta situación que se había vuelto compleja, pero también comprobé la noción que desde el principio tuve.

El titular del ejecutivo reconoció la carestía alimentaria que predominaba en el globo y que México no estaba exento del mal, el cual traía esclarecida la Ley de Caifás. Como apoyo a este problema el alto mando asignó una generosa partida extra al Programa Oportunidades con un promedio de 120 pesos de incremento al apoyo mensual familiar.

No podía creer este paquete de emergencia, sencillamente era una burla, además la gente realmente jodida (más jodida que la que Azcárraga señalaba) carecía de este programa social, por lo tanto no había tal remedio a la problemática preponderante, vamos, ni siquiera era un remedio, era un placebo, simplemente les habían dado un “chile” a la gente.

En muchas ocasiones he criticado la pasividad social, tanto de la clase trabajadora que vive encadenada a los impuestos que limitan el poder de compra (al comercio formal en toda escala para así prescindir de subsidios o condonaciones que agrandan la exención fiscal), impuestos que día a día son más y que al final acaban en programas de asistencia social que no generan la creación de mayor infraestructura y servicios que a su vez produzcan más empleos para todos, especialmente para los contribuyentes (en sentido de mejorar laboralmente) pero también para los “chupadores de sangre sociales” (beneficiarios o no de Oportunidades) que adolecen de una mayor pasividad, producto del paternalismo (PRI y PAN) o populismo (PRD), grandes dogmas de la política neoliberal.

Después de la Guerra de Castas y la Revolución Mexicana, había que buscar una forma de mantener apagado el volcán que siempre ha sido la clase necesitada, sobretodo los indígenas. La nacionalización de los motores tradicionales de la economía y el agrarismo nunca rindieron los frutos planteados; el descontento rebozaría de nuevo pero alguien tuvo la idea oportuna de “Solidarizarse” con esa población jodida, posteriormente se buscó su “Progreso” y finalmente se les otorgó una nueva “Oportunidad”, toda una falacia. Fue como si yo mismo hubiese regalado mis chiles pero si las semillas, es decir una dádiva sin oficio ni beneficio; la gente esperaría el próximo mes para recibir un nuevo chile sin semillas al grado de ofuscar sus pobres conciencias y vislumbrar su propia mata de chiles en caso de recibir las semillas, pero no, vivían “cómodamente” mientras otros “pericos” sean quienes siembren las matas (impuestos o petróleo), sin saber que algún día se acabará. Ese pensamiento despedazó la agricultura ancestral del país.

Lo ideal habría sido que si al menos ellos mismos cultivaran la tierra, el gobierno les comprara sus propias cosechas para la alimentación, pero de nuevo la negativa sosteniendo los potenciales beneficiados que además de comprarles las cosechas o conseguir compradores el gobierno debería retribuirles el propio trabajo, como si no fuera demasiado beneficio; por eso han fracasado tantos programas de reactivación al campo, porque los agricultores ya no quieren trabajar y se conformar con sembrar su maíz y frijol de vez en cuando para su propio consumo, sin ver más allá de sus narices a todas las opciones que día a día se agotan con la entrada en vigor del capítulo alimentario del TLC.

Decía Hubbar sobre la democracia que ésta tiene por lo menos un mérito y es el hecho que los políticos no pueden ser más incompetentes que la gente que los eligió. Por ello de nada sirve reprochar a los políticos de varios sexenios los problemas eternos, la realidad es que es el mismo pueblo fue quien se conformó con tan poco y no exigió una real solución a sus necesidades a tiempo; lamentablemente poco se puede hacer ahora pero siempre habrá una esperanza. La educación es un arma pero los criminales sindicalistas educativos frenan cualquier progreso. El voto es otra arma pero es tan cercada la visión de muchos que con un simple kilogramo de carne desdeñan las oportunidades. A los potenciales insurrectos les regalan algún hueso burocrático que finalmente los acallan (hasta una simple “chamba” de policía) y cualquier necesidad se cubrirá con los excedentes petroleros que algún día dejarán de exceder, con o sin reforma energética (así como los chiles serranos a los que la gente de mi comunidad recurrió al acabarse los habaneros, no pensaron que algún día se acabarían también).

Aquel político que decida transformar las cosas sencillamente se verá menospreciado por el vulgo para luego caer en una situación anarquista que sólo tenga remedio aparente en la siguiente campaña electoral; eso sucedió con la indiferencia del pueblo hacia mi persona, si bien el doctor tenía chiles pero no quiere obsequiarlos en las condiciones que se deseen ya llegará otro médico que los otorgue a diestra y siniestra, en fin que las plantas se quedarán; eso mismo aplicamos a nivel nacional: el pueblo vota por quien ofrezca mesiánicas promesas que perpetúen la apatía generalizada, y si no las cumple el próximo sexenio habrá otro quien las cumpla, en fin que los impuestos se quedan.

El presidente Calderón tuvo la gran oportunidad de convertirse en el reconstructor de México, cristalizando su promesa de empleos, fomentando el consumo, la industria y el campo, pero en lugar de ello optó por la medida comentada que seguramente pronto colapsará.

Una situación similar se vivió durante los años 30 en Estados Unidos; el país experimentaba la peor crisis de su historia, entonces el presidente Roosevelt escenificó una marxista política capitalista (what!?) conocida como el New Deal (nuevo pacto) que consistió en reactivar la industria necesaria para el desarrollo por parte de los propios desempleados, esta industria era tanto pública (servicios, producción de alimentos) como privada, especialmente la bélica ante el inminente conflicto mundial; siempre había algo para alguien, con toda la libertad de tomarlo o dejarlo; fue tanto el éxito que se permitió a los propios mexicanos participar en el mantenimiento del país vecino con su trabajo en el campo. El rotundo triunfo del nuevo pacto le valió a Roosevelt repetir inéditamente dos veces como presidente (tres gestiones comprendidas de 1932 a 944) y la Unión Americana se convertiría en la primera potencia del Mundo.

Algo así debió hacer el gobierno calderonista: no sólo regalar chiles sin semilla, otorgar también éstas para que la propia gente pueda disponer de los frutos en abundancia, quien no quiera sembrar puede regar, quien no quiera regar puede cosechar, quien no quiera cosechar puede vender y quien no quiera vender, comprar o hacer nada puede permanecer atónito hasta que la misma necesidad le haga superarse, necesidad con la desaparición de los histriónicos programas sociales que frenan el desarrollo.

Lamentablemente no fue así, optaron por continuar con el círculo vicioso y los agrandaron con un enorme “chile” de 120 pesos. A pocas semanas de terminar mi servicio social no preveo cambios positivos; no abandonaré mi pensar pero sé que desde aquí y con el tiempo contado no conseguiré mucho; si alguna vez traté de concientizar a personas de la comunidad ofreciéndoles las semillas he decidido por ahora unirme al presidente Calderón y darles también un chile a la gente con la libertad de hacer con él lo que mejor les plazca, cuya enajenación seguramente los llevará a comerlo y ya. Nunca más esperaré los costales de naranjas o carne de venado pero espero algún día una sola semilla de mis chiles de vida a alguna mata que represente la esperanza de un cambio sustancial.

Mientras tanto unos familiares van fortuitamente a España y he aprovechado enviar las semillas para ver si al menos en la Madre Patria rinden fruto. Había seleccionado las mejores pero no las he enviado todas, dejando algunas en mi poder para tener la certeza que esa pequeña planta de esperanza venga de una semilla fuerte y de lo mejor, pero sé que no habría sido necesario porque el pueblo mexicano, sobretodo el yucateco, tiene un potencial que agranda más la esperanza. N.R.A.A.

30 mar 2011

La bajeza de su alteza...

Por: Narces Alcocer Ayuso

Retomo este olvidado blog para plasmar una serie de sentires y pensares que necesitan ser expresados. En ocasiones pienso que soy demasiado parcial al emitir mi opinión y por lo tanto no se tomará en cuenta, carecerá del peso necesario para trascender; y no el es tanto porque me identifique con cierto partido político, no, más allá, no me identifico en lo más mínimo con uno en concreto y es evidente que se trata del PRI ¿razones? para nada infundadas mas no son el asunto de este escrito…

O mejor dicho lo es en una mínima parte. Asumir que mi opinión sea parcial no me quita el derecho y la satisfacción, incluso la obligación de emitirla, y quien coarte ese derecho no es más que un criminal con toda la extensión de la palabra, un violador de derechos humanos, un retrógrado ignaro cuya acción no debe quedar impune. La lucha por la libertad de expresión ha costado muchas vidas y nos sigue costando sangre, ahí tenemos a los periodistas asesinados por denunciar tal o cual delito; se siguen destituyendo a reporteros; continúan expulsando a estudiantes por su manera de pensar, en fin todavía no acaba la lucha.

Pero es interesante saber hasta qué punto es trascendente lo expresado; la mayoría de las veces no trasciende más que en la misma persona que se expresa, pero en otras ocasiones –por más sesgado que sea- el mensaje puede establecer una correspondencia en otra persona, tener eco, generar reacciones. Por un lado se debe respetar la privacidad de las personas, pero en aquellas situaciones que tratan sobre cuestiones evidentes no existiría argumento en contra, ni siquiera la elegante omisión de que “lo que se ve no se juzga”. Por cortesía no se hace, decir que una persona es coja, gorda, fea, que es floja, torpe o adúltera requiere prudencia pues puede afectar “psicológicamente” a dicho individuo y considerarse como “discriminación”, de ahí el surgimiento de los eufemismos.

Sin embargo, cuando se cuenta con la madurez, la sensatez, la sabiduría, la seguridad de sí mismo, no importa si juzgan la apariencia física, los modos, los gustos o preferencias, soy feliz y simplemente me vale madre lo que digan. Cuando son mentiras ni vale la pena escuchar, aunque en ocasiones se requiere de una réplica que saque la verdad a la luz, es especial cuando pone de entredicho información que es necesaria, no hay que olvidar que la información empodera, llegando así a algo equiparable a una lucha de poder.

Esto último es resaltable con los gobernantes, que requieren de autoridad moral para ejecutar su función. Infortunadamente para ellos, al ser figuras públicas, casi todo su ir y devenir es sometido a juicio, siendo blanco de opiniones y todo tipo de expresiones emitidas en una hipotética libertad plena. Eso limita el campo de privacidad a prácticamente nada, sobretodo porque representantes populares son y todo lo inherente a su vida es de interés público, tal como sostuvo Carmen Aristegui cuando cuestionó si el presidente Calderón padecía cierta enfermedad aduciendo que es de interés para todos los mexicano su estado salud.

Por otro lado, hay que reconocer que ociosamente empleamos esa libertad ganada a sangre para lanzar pedradas por el simple placer de joder, por la catarsis que representa, por el atractivo que genera la peladez o la soltura de sopa. Lo hacemos en todos los niveles, con la familia, los vecinos, los compañeros; según los estudios genera un equilibrio psicosocial aunque ninguna referencia de comportamiento acepta para bien el “chisme”. De entre los mayores niveles está justamente el de las personas públicas, donde las “balconeadas” generan dinero, pero también alteran el empoderamiento de las partes derivado de la información, no por nada la prensa es llamada el “cuarto poder”.

De nuevo se abusa de la libertad de expresión y pasamos de las notas sangrientas a las notas escatológicas ¿cómo no recordar los encabezados del periódico Por esto! “maricón”, “mierda”, entre otras cosas? la manía por inventar apodos como “la rata”, “el teclas”, “el idiota”. Son ofensivos, eso que ni qué, pero sólo generan risas y menosprecio a quien lo emita, es un juego de “libertades”. Sonará a pérdida de tiempo pero, de nuevo, es la libertad; el director de aquel periódico se la pasaba de flor en flor y en sus ratos libres de guerrilla en guerrilla, es un hecho que nadie lo quería y hasta lo usaban los paramilitares para canjearlo por alguna tontería con tal de quitárselo de encima.

Ya me perdí en remembrar la vida de ese pobre viejito. El caso es que los medios han otorgado parte de su espacio a criticar a los personajes públicos, por su aspecto físico como que Salinas es orejón o Benedicto XVI se parece a Darth Sidious, por su comportamientos inmorales como que López Mateos se la pasaba entre “viajes y viejas” o que Vicente Fox era un pelado. También tenemos a los cartones. Pero como mencioné, la mayoría de las veces no trasciende más que como un ladrido, doliendo más la condena a verdaderos errores que implican daños al pueblo, el recordatorio que por nosotros están allá y que si nos lo propusiéramos les “daríamos cuello”. Enseguida se nota cuándo algo se trata de mentiras, el sol no se puede tapar con un dedo, y si bien se trate de una mentira pagada como una gratis (no importa la “fórmula”), siempre la verdad liberará o condenará, supeditándose quien emita tal verdad.

Desde que contuvo por el puesto, la mediocre Ivonne Ortega plagó de mentiras su campaña. Sus antecedentes no poseían una pizca de sensatez y buenas intenciones, y aún así obtuvo la gubernatura por razones oscuras y que en su momento comentamos. A partir de su ascenso, se ha dedicado a favorecer de la manera más denigrante y patética a su persona y ha empleado los medios a su alcance para eliminar del camino a quienes no comulguen con sus tiranías, muy a la manera de Stalin. Llena de soberbia, mata de hambre, deja morir, condena y no salva. Como toda una diva, frustrada por su aspecto físico producto de sus excesos solapados en su momento por su tío, sus conocidos bacanales en el terruño y que irremediablemente impactó en su sempiterna ignorancia e inmadurez, ha robado del erario para hacer congruente su anatomía con los estándares de cosmética occidentales y que por más que desee su naturaleza étnica nunca le permitirá. Es una mujer predispuesta genéticamente a la obesidad y que fue sometida a una cirugía bariátrica, que ha arreglado su nariz con procedimientos estéticos, que acude periódicamente a sus sesiones hiperbáricas; que ha cambiado sus huipiles por ropa de diseñador y sólo usa ternos de xocbichuy con luminarias. Que finge cultura, buenos gustos (acudía a sus clases de equitación a la vuelta de mi casa) y modales pero quienes la hemos oído damos fe de sus leperadas que “no son dignas de una mujer”. La clase no se compra porque la clase es algo inoperante en nuestros días, es una manera egoísta de desdeñar la humildad que debe prevalecer en el mundo.

Mas muy a pesar de muchos, para todo lo anterior se tiene derecho, se puede emitir una expresión verbalmente así como expresarse de otras maneras: modales, aspecto, preferencias, etcétera. Si se hace con el erario es un delito, si lo puede maquillar, es chingona, aunque no deja de ser una criminal. Si mintió en su campaña y nunca cumplirá sus promesas, quienes nos vemos mal somos los ciudadanos, pero no es delito. Si dice que realizó tantas obras y nos consta que no fue así y se llevó todo el dinero, aunque lo maquille con empresas fantasmas, no es tan chingona como nosotros pendejos (¿quién como los canadienses que ante los errores de su máxima autoridad lo destituyeron?). Antes era cuestión de miedo, ahora es cuestión apatía. Ya no sólo no hace sino que nos perjudica, el gasto corriente es ofensivo, sin duda ha sido el(la) PEOR gobernantes de los últimos 70 años.

La Historia la habrá de juzgar, y quizá hasta las leyes en su momento; ya somos el hazmerreír del país; hasta los propios priístas no buscan donde meter la cabeza y han llegado al punto en que ante su incapacidad de defenderla prefieren ignorar el problema, o en el peor de los casos a dejarse llevar por la borrachera de poder.

Aunque somos uno de los Estados más pobres de México, todavía contábamos con nuestra cultura, nuestras ancestrales tradiciones, nuestra libertad de expresión, de prensa, de integridad, de elección, garantías individuales que bien adquirimos por ley, pero que por el hecho de ser humanos las poseemos con o sin leyes, e Ivonne Ortega se ha burlado de ellas, las ha pateado, las ha reprimidos, las ha eliminado a su beneficio, y eso, eso es imperdonable, ¡fuera la snob, fuera la postiza, fuera la mediocre, fuera la altanera, fuera la ignorante! pero más que nada ¡muera el mal gobierno!

El doctor Luis Ramírez Carrillo no dijo más que la verdad: lo dicharachera de Ibom la hace popular a la hora del circo; es de pueblo, sin duda, por donde se quiera analizar es “de pueblo”, nació en un pueblo, pero la declaración del estudioso va más por un contexto sociológico: es de pueblo porque el cacicazgo priísta se caracteriza por autoridades de “pueblo” como aquellas que compran al pueblo con bailes populares, corridas de toros o partidos de béisbol, comida y bebida gratis, empleando el dinero público como suyo, sintiéndose arriba de la Ley, sobornando a otros y siendo lambiscones con botellas de whisky, guisos de pavo o piernas de venado y pibes; con casa en la capital y demás, y a ello se le conocer como “político de pueblo”, una figura más identificada con el lamentable machismo mexicano. Pero la pobre ignorante que ha tratado comprar “clase”, que se avergüenza de sus raíces, sus orígenes, sus inicios, sólo lo pudo tomar como si la hayan criticado por ser “pueblerina”, relacionándolo con la idea que su vacía cabecita (¿o cabezota?) puede tener de ello: mugrosa, piojosa y demás.

-No, qué tremendo ¿qué dirán Galilea, Andrea y Alfredo?- habrá pensado -¿estaré caderona?

Pobre mujer, eso le ofendió y su corte de alimañas dijo que se ofendía a “todas las mujeres” de México. Y sí, en verdad se ofende pero por la actitud de la señora, fiel consecuencia de una cultura machista que no tiene cabida en la sociedad actual.
Y es patético cómo muchas autodenominadas feministas se sienten satisfechas porque una mujer está a la cabeza del Estado, o al menos eso aparenta, y la defienden aunque no les haya dado su lugar, siga ofendiendo a minorías y continúe reprimiendo las libertades humanas. Por si fuera poco es sabido que su camarilla la conforman casi sólo varones, todo un "club de Tobi".

Es una mujer de “pueblo”, es caderona, baila bien las cumbias y jaranas; no te avergüences Ibom, es la verdad, y de la verdad no hay que avergonzarse, asume tu condición, no reniegues de lo poco que no has traicionado de los modos yucatecos; ten los “ovarios” para aceptar la responsabilidad en todo lo malo que has hecho a Yucatán, su gente y su cultura. Aunque no es por mí, aún tienes un año y medio para tu tren bala, tus palacios “mayas”, tus hospitales, tu malecón, tus carreteras; tienes un año para consolidar a tus artistas, reeditar la “yucatanense”; un año para rescatar al campo, la industria; un año para hacer de Yucatán una potencia deportiva, de torneos internacionales, de equipos profesionales. Tu “cobijar” ya se fue a la chingada con el calor y los zapatos que dejan huella ya reventaron en la aridez agreste, y aunque los pescadores están jodidos y no se hacen a la mar para sufrir descompresión, al menos le das buen uso a tu cámara hiperbárica. N.R.A.A. Mérida, Yucatán a 30 de marzo de 2011.

10 nov 2010

Exterminio del PRI: necesidad apremiante para el futuro

Por: Narces Alcocer Ayuso

En ocasiones no puedo evitar pensar que tienen razón quienes afirman que los políticos ajenos al PRI no hacen más que administrar el gobierno y no gobernar realmente; bien decía el desaparecido Víctor Cervera que el poder no se ostentaba sino se ejercía y eso es porque el sistema creado por el tricolor fue diseñado justo para sí mismo, no para otros, siendo parte del surrealismo mexicano y confirmando que como México no hay dos: el país de las “mordidas”, el tráfico de influencias, la oligarquía más que plutócrata aristócrata que controla al pueblo desgraciado que en ocasiones parece merecerse su destino.

No sé cuántas veces nos hemos preguntado sobre el tiempo que seguirá la sociedad mexicana con su constante paradoja social; creo que somos el país donde más refranes y proverbios se aplican, donde el ingenio popular forja a través de expresiones festivas como cartones, rimas y chistes un medio para canalizar la frustración que nos acarrea el ser mexicanos pero que por cuestiones estúpidamente pundonorosas no aceptamos para corregir, asumiendo en cambio actitudes de invisibilización o desinterés que nos desligan de la realidad para concentrarnos en lo que una oligarquía nos presente a conveniencia.

Podemos, en parte, achacarle a esa aristocracia la responsabilidad, pero no es tan sencillo; se debe entender el problema desde todos sus puntos y sólo así buscar soluciones antes de fincar responsabilidades. Eso no implica, por supuesto, que actuemos ignorando las faltas ajenas, pero debemos establecer prioridades, y para establecer prioridades debemos contar con un plan, al menos emergente, que nos lleve a actuar metódicamente y sortear los obstáculos que podamos encontrarnos; todo independientemente si se trata de drásticos movimientos como las revoluciones.

Aparentemente no suena difícil, mas cuando las condiciones del terrenos están diseñadas para frenar un avance cual campo minado ¿qué estrategia llevar? es arriesgado moverse, eso que ni que, no obstante en nuestra situación la localización de las minas están a la vista ¿favorece en algo? definitivamente, podríamos andar evitando los explosivos y de alguna manera llevar un paso pre-condicionado y constante, cualquiera que no lo lleve ¡boom!

Pero resulta que lo llevamos cuadrados y llegamos al final del campo minado, allá nos encontramos un río grande y sabemos que al salvarlo estaremos salvos del otro lado. Lo interesante del asunto es que el campo minado que estábamos sorteando era de nuestra propiedad, y no podíamos cultivar, construir ni expandirnos a libertad. A la par, nuestros vecinos sólo veían cómo vivíamos de tan patética forma, toda vez que teníamos conocimiento de los lugares exactos de los explosivos y otros datos suficientes para resolver el asunto, en fin, viva México…

(Hace unos años escribí un ensayo sobre las instituciones, apoyé la viabilidad de las mismas y establecí un credo; sencillamente no me percaté que sólo marqué un estilo para llevar rumbo por un terreno lleno de explosivos, diciendo en resumidas cuentas que “creo en las minas, conozco su explosividad y capacidad destructiva –funcionan- y por tanto me marco un paso óptimo”.)

En México, como establecí en la alegoría, conocemos bien dónde están las minas, no las vemos pues están dentro del campo, encarnadas en el país; pero alguien se tomó la molestia de marcar los senderos por los cuales se puede circular con seguridad: es ley que haya minas y haya brechas, es ley andar por éstas, las minas son las instituciones y nosotros nos movemos con precaución; como suele pasar con las minas, no todas estallan, y algún osado impertinente accede al sitio sólo para identificar el explosivo inoperante y en lugar de aprovechar ese sitio seguro, se sustituye la mina por otra funcional (otra institución); ¿qué hacer? por sentido común mantenernos al margen de las minas institucionales (optando por la corrupción, mordidas, recomendaciones y demás faltas) ¿por qué? porque sólo así funcionan las circunstancias, o al menos así desean que funcionen…

Alguien quiere que así funcionen, nosotros no queremos pero tememos movernos con tanta libertad hipotética ¿nos autodestruiremos? sería una posibilidad. Aunque todo nos sugiere dónde están las minas, en realidad no las vemos. Sin embargo, aquellos quienes se encargan de los explosivos los vemos ocasionalmente pasar sobre los sitios minados aparentes (pasan sobre las instituciones), pero como fuera de ellos nadie de nosotros ha intentado temerariamente verificar la viabilidad del lugar pues no podemos más que observar. Nótese la diferencia que cuando se hace es cuando se establece una mina útil, pero mientras tanto no.

Pero ¿quiénes son estos individuos encargados de las minas? para mantener tan llevadera su situación, son simplemente los mismos que mantienen ese campo minado, quienes determinaron este sistema, dónde poner una mina (funcional o no), dónde caminar, “identificar” los puntos débiles para reforzarlos (!!!) o bien caminar de forma egoísta sobre ellos mientras los demás se mueven al margen. Y resulta que estos individuos son ahora “designados” por nosotros para tal función, de tal manera que al percatarnos de esta problemática, resolvemos en sustituirlos por otros, mas éstos nóveles anti-minas no tienen más remedio que recurrir a sus antecesores para conocer la situación. Por conveniencia, esos antecesores no soltarán toda la información como parte de su táctica y a los nuevos no les queda más que someterse parcialmente a la disposición de los otros.

Es el Partido Revolucionario Institucional señores, la aparente idiosincrasia mexicana es nada más que un pensamiento retrógrado, condicionado, parcial que dicta una serie de actitudes y prácticas en todos los mexicanos. El México actual fue hecho para el PRI y no el PRI para el México. Han establecido un sistema que sólo ellos pueden controlar. En otras sociedades existen leyes generales, exactas y precisas, en cambio en nuestro país las leyes son extensas, desglosadas, acotadas, se promulgan, modifican, derogan; en otros grupos mientras más se abarque menos se aprieta, y si se intenta apretar es más lo que se irá de las manos que lo que permanezca, es cuestión de sentido común.

Directa o indirectamente por eso el capital está en manos de extranjeros, pues sólo así pudieran librarse parcialmente del sistema, con la protección de sus países; o bien los mexicanos que aún poseen no son precisamente mexicanos, ahí están los judíos, el grupo Saba por ejemplo, o mejor aún: Televisa, aquel emporio de las telecomunicaciones está movido por un poderoso grupo judío donde la familia Azcárraga ya no es lo que era; podemos mirar a sus presentadores, desde Zabludovsky, Kourchenko, Gurvitz o Micha, a sus actores y demás personajes de la farándula. A los pocos meses de casarse con Alejandra de la Cima, Emilio Azcárraga Jean se divorcia sólo para casarse en breve con una jovencita judía –Sharon Fastlich- con quien ya tiene dos hijos; lo curioso de esto es que para los judíos contemporáneos, dentro de la excesiva importancia que tiene la herencia biológica y cultural, el hecho de ser judío se transmite de madre a hijos, no del padre, de tal manera que los hijos e hijas Azcárraga-Fastlich son judíos, herederos del Grupo Televisa cuyo control ya estaba demasiado acotado por iguales.

Desde mi muy personal impresión y considerando la creencia cristiana que poseo, si de por sí el fanatismo religioso, la idolatría, el catolicismo material que ha pregonado Televisa en toda su existencia han dañado ese aspecto de nuestra sociedad mexicana y todo aquello que se vea influido por este componente sociológico, no puedo o no quiero imaginarme exactamente qué sucedería con un control total por parte de tal o cual sector ¿perpetuarían la idolatría tan marcada como ahora?

Y no es cuestión de intolerancia religiosa, racismo ni otro tipo de discriminación, sino qué tanto se prolongará el uso de los medios para favorecer al PRI, en especial cuando Televisa le está apostando todo al pelele de Peña Nieto. Porque hay que reconocer que si bien los judíos tienen muy marcado su paso material es también verdad que procuran no mezclar cuestiones culturales y religiosas con las económicas, dinero es dinero, cierto, aunque de acuerdo a su pensamiento, por ser el pueblo “elegido”, no tienen porqué interesarse en los demás. Sé que es un poco confuso y no sé si comprenda el punto, por un lado ese grupo de judíos han mantenido una influencia marcada en Televisa –arma política- entre cuyas estrategias pacíficamente represivas está el aspecto religioso (católico concretamente), de no ser por esta empresa y su fervor desbordado por la advocación mariana de Guadalupe, no estaría tan difundido este culto (ver la publicación “Televisa: del Tepeyac al Estadio Azteca”) con sus consecuencias sociales, por ejemplo al ser netamente mexicana la Guadalupana al estilo priísta, si una idolatría desbordada genera dinero y a los judíos no les interesa imponer su religión y sí les interesa continuar con la generación de billetes, al ser esa veneración y todo el fanatismo religioso productora de dinero ¿por qué cambiarlo? tómese como un ejemplo…

¿Pero qué tiene que ver directamente con el PRI esto? vamos por partes:

Cuando Madero fue asesinado y su asesino desterrado, Carranza asumió el poder pero en vez de refrendar las causas populares terminó favoreciendo a los ricos devolviéndoles lo perdido en la disputa; no satisfecho con ello ordenó perseguir y matar a los antiguos aliados de Madero, siendo su brazo ejecutor el nuevo ejército al que alguna vez se unieron jóvenes como Obregón, Calles y Cárdenas por razones que en su momento los motivaron.

Una vez muerto Carranza, los generales de aquel ejército ahora opresor asumieron el poder. El único logro de don Venustiano fue la Constitución de 1917 que ha sido violentada tantas veces.

Cuando llegó al poder, Plutarco Elías Calles fundó el lastre de nuestro país: el partido que nos gobernó por 70 años. Es de saber que Calles se caracterizaba por su afición al esoterismo y eran conocidas sus tertulias espiritistas con varios generales del ejército y uno que otro civil entre los que se contaban Miguel Alemán Valdez y algunos líderes gremiales.

Vista siempre como una subversión al Estado Revolucionario, la Iglesia fue severamente perseguida en la era Callista, esto fue la Guerra Cristera. En Yucatán, la Iglesia padeció una opresión en menor escala en manos de Salvador Alvarado; ¿quién contradecir las creencias metafísicas del Jefe Máximo?

A todo esto, Calles siempre se jactaba de tener ascendencia libanesa; cierto o no, simpatizaba en demasía con los inmigrante de Medio Oriente (un amigo suyo era el yucateco Neguib Simón); este grupo étnico nunca llevó ni ha llevado buen trato con la antigua hacienda europea y el favor de Carranza hacia ella generó conflictos. Era necesario ser incondicional de Calles para que éste lo fuera con ellos.

Así, ese conglomerado de fanáticos de las ciencias ocultas y los inmigrantes sirio-libaneses mantuvieron un control moderado del país. Se prolongaría durante el Maximato, entonces sí se fundaba el PRI, se oprimía al la auténtica Iglesia Católica y en su lugar se erigía una asociación religiosa mexicana controlada desde el centro del país por jerarcas apócrifos que siguieron sirviendo al régimen por muchos años a la par que la iglesia realmente popular se movía discreta y parcialmente cuadrada al Vaticano que más preocupación guardaba por la tensa Europa.

Cuando Cárdenas asume el poder llevó a cabo distintas políticas sociales aunque parciales. El tata Lázaro no tuvo tanta imagen en su propio grupo; con él se apertura el recibimiento de inmigrantes europeos, principalmente españoles que huían de la Guerra Civil, habiendo entre ellos judíos que escapaban de la intolerante falange. Cuando Ávila Camacho obtuvo la “grande” instó a Calles a regresar al país, cosa que hizo. Con la Segunda Guerra Mundial, se reciben a cientos de judíos que sortearon el exterminio nazi y poco a poco consolidan un poder político y económico considerable. Para el siguiente sexenio llega al poder el primer presidente civil posrevolucionario: el mencionado Alemán Valdez.

Con él, el inmoral “ejército revolucionario”, los fanáticos espiritistas y los inmigrantes semitas (sirio-libaneses y judíos) conforman la oligarquía que habiendo echado raíces en el poder, fundado el PRI, consagra a su primer monarca.

Desde el poder, fue artífice de una consolidación del horrendo sistema y la falsa imagen popular con la que engañaba a los mexicanos, una imagen basada en instituciones aparentemente sociales, tomadas de intelectuales como Vasconcelos o García Téllez pero estratégicamente elegidas para poder controlar a las masas, omitiendo tantas más con las que no se pudiera lucrar política ni económicamente.

El monumento a esa mentada de madre para con el pueblo es el emporio de comunicaciones Televisa, cuyos fundadores iniciales fueron Emilio Azcárraga Vidaurreta y precisamente Miguel Alemán Valdez. Hasta el día de hoy, tanto los Alemán como los Azcárraga son parte del Consejo de Administración de la televisora, mas ¿quiénes son los extraños acá? ¿quiénes son los ajenos a ese grupo discreto que sentó las bases de la decadencia mexicana? los Azcárraga. Poco a poco otros grupos fueron haciéndose de participación en la empresa y el día de hoy una sustancial parte la controla la familia Slim-Domit (libanesa); finalmente los Azcárraga han sucumbido al control judío por medio de la consanguineidad como ya hemos relatado. Otra accionista importante de la televisora es María Aramburuzabala, la mujer más rica de México y la cual aparentemente está desligada de toda esa conspiración; Estados Unidos está consciente de ello y durante el mandato de George W. Bush (conocido por su conservadurismo aparentemente cristiano), su embajador en México –Tony Garza- contrajo nupcias con Aramburuzabala ¿movimiento para infiltrarse en la empresa? ¿por qué ya con Barack Obama en la presidencia gringa se deshizo ese matrimonio? fantasioso o no, la Unión Americana siempre ha manejado con precaución todo asunto relacionado a Televisa, incluyendo el bloqueo para que adquiera la principal cadena de TV en español, Univisión.

Después de veinte años construyendo una farsa social, vinieron los conflicto sociales, las crisis económicas y una abrupta sucesión que descontinuó al PRI en el poder; eso interrumpió el finiquito de aquel “proyecto secreto” pero gracias a Televisa mejoró la supervivencia priísta tras el 2000, los derrotados huyeron y los últimos vencedores priístas retomaron la riendas de un partido que emergió desde sus más negras cenizas de porquería: Salinas de Gortari, Gamboa Patrón, Emilio Chuayfett, los políticos más criminales que han desfilado por las filas del partido, asesinos y ladrones, los que más descarados mostraron las farsas que fueron las instituciones revolucionarias y la Revolución misma que se esfumó con la muerte de Madero. Al mismo Fox se le advirtió de la necesidad de acabar con ese mito…

Sólo con esas fichitas se podría recuperar el poder. Todo se va orquestado para que el títere de esa oligarquía, del grupo PRI-Televisa, Enrique Peña Nieto, llegue al poder en 2012 y se consolide de una vez por todas el país de los Esclavos Unidos Mexicanos.

La obviedad se derrama por todos lados, el viejo estilo priísta resurge; con el descaro que se lleva en las campañas, desde ahora se nota la horrible delincuencia electorera. Conforme más cercano esté cualquier comicio a los del 2012 más sanguinarios serán. En los últimos quedaron “tablas” pero sabe el PRI que no puede darse el lujo del perder un sexenio más ya que las pocas instituciones creadas por el panismo comenzarían a tomar fuerza y podrían enfrascarse en una lucha que perjudicaría el regreso priísta, aunque no su final ya que las políticas panistas a la larga terminan absorbidas por el sistema tricolor.

El propio PAN se ha dado cuenta que no puede permitirle al PRI su regreso y ha recurrido a alianzas con la izquierda para tal propósito. Muchos tachan a esto como aberración pero yo considero que acabar con el PRI es un bien común para todos los mexicanos, muy sobre toda ideología. Tan sólo obsérvese cómo el Revolucionario Institucional, con la capacidad que tiene en estos momentos de llevar a cabo reformas emergentes, simplemente no las hace, no le importa el bienestar paliativo que puedan traer en estos tiempos difíciles, en lugar de ello espera usar los traspiés ajenos como arma política y de resultarle benéfico, entonces ya en el poder llevar a cabo esas reformas emergentes, aunque ya de nuevo con ellos al timón nos llevaría al inicio del fin y nos fosilizaríamos en la falacia mexicana.

¿Aún se duda? es verdad que el PRI fue sacado de los Pinos pero no del gobierno pues es parte del Sistema, gobierna la mayoría de los Estados, y todas las administraciones de otros partidos –incluida la federal- han tenido que recurrir a priístas para estar al frente de oficinas estratégicas pues es su sistema y sólo ellos saben manejar ciertos aspectos, de hecho algunos políticos que resultaron vencedores al ser postulados por partidos ajenos al PRI, principalmente de la izquierda, tuvieron sus orígenes en el tricolor, curtidos en el viejo sistema, ahí tenemos a Cárdenas, López Obrador, Gabino Cue ¿son mesías entonces? en lo absoluto, corresponde a nosotros no dejarnos llevar por su seducción.

Con todo esto no es descabellada la idea de que ningún partido gobierna y sólo administra lo que el PRI posee: el sistema, la estructura, el poder. Hay que destruir ese sistema, no cambiarlo, las reformas no son suficientes. Yo mismo me mostraba horrorizado por las amenazas de un “estallido social” pero creo que es la única salida para acabar con el México surrealista, con el México del PRI. La Revolución Mexicana se esfumó y el teatro posterior fue una farsa circense de los priístas.

Desde que aplastaron a Zapata, el sector popular y campesino no ha tenido voz, los obreros por su parte ha estado oprimidos por una mafia sindical que es un grueso del aparato tricolor, no hay que olvidar que los máximos dirigentes gremiales que fundaron el sindicalismo actual son parte de esa cofradía espiritista que rige al país, una mafia distribuida en súper federaciones como la CTM (fundada por otro esotérico empedernido: Fidel Velázquez); actualmente todo el sector popular, obrero y campesino se encuentra reprimido por las mismas mafias, comandadas por gente de los peores antecedentes políticos y familiares; si sólo en Yucatán observamos puerquesas en las agrupaciones magisteriales, de salud, de taxistas, entre otros y cuyos líderes descaradamente dirigen las instituciones estatales que a su vez son representadas por una mediocre snob que regodeándose en su “cuento de hadas”, viviendo una situación equiparable a la de López Portillo durante su sexenio, se concentra en prácticas dirigidas a la pura imagen; mejor no nos imaginamos en entidades más ricas y pobladas gobernadas también por el PRI o lo que ha sido y podría ser de nuevo un Ejecutivo Nacional del tricolor.

Se alegará que todos son iguales, todos son corruptos, pero es el Sistema que está diseñado para no funcionar, para movernos a margen de la Ley y caer en la corrupción, no porque seamos corruptos sino porque es casi nula la oportunidad de hacerlo distinto; muchos se enfocan en la cuestión educativa, pero va más allá, mira hacia cuestiones existenciales, debemos reiniciar todo el equipo, no hay de otra…

Pero el “estallido social” usado como amenaza por ciertos medios ladradores como el periódico yucateco Por Esto! no son viables, y eso es porque lo fincan en pseudolíderes, forjados en el PRI, diseñados para el Sistema y no contra el Sistema. El auténtico estallido social corresponde a la clase media, preparada, capaz de ser líderes al grueso popular. Para todos ellos están Televisa y todo el circo materialista para controlarlos y las instituciones en complicidad con los sindicatos (las minas) para reprimirlos, ¿qué nos queda? aún persisten esos pequeños grupos prerrevolucionarios que han sobrevivido y van ganando adeptos.

Queda el viejo ejército: cuando Madero encabezó la lucha por la democracia recibió apoyo de numerosos líderes provincianos con quienes acordó soluciones a problemas sociales. Sin embargo, una vez en el poder, aquél no aplicaba los acuerdos con la premura exigida y sus aliados comenzaron a protestar, aunque no por ello a sublevarse como tal; quedará la incógnita si Madero hubiese cumplido e incluso si no hubiera tenido la tentación de caer contra lo que luchó (la reelección). Lo mataron por un militar de la época de don Porfirio y con ello toda la milicia de similar condición fue relegada y diezmada en poder e influencia dentro de las riendas mexicanas, aquella milicia católica de increíble posición desde Las Tres Garantías que junto con la Iglesia sobrevivió a otras épocas convulsas pero relegada a papeles secundarios. El caso es que posterior a la Revolución, en su lugar emergió un grupo de militares que no eran justamente de carrera y que provenían de los antiguos ejércitos revolucionarios conformados por jóvenes simpatizantes a la causa (vayan a saber si eran auténticos compromisos o simple rebeldía ociosa). Los pocos oficiales del ejército que sobrevivieron a ese relevo se mantuvieron con un bajo perfil pero tratando de ganar adeptos desde el anonimato; la modestia los salvó de otro embate revolucionario. La iglesia, por el contrario, imposibilitada al anonimato, recibió otro oprobio por tantas décadas mientras en las jerarquías se pavoneaban pseudo-religiosos lacayos del PRI.

Las decimonónicas instituciones religiosa y militar tuvieron que recurrir al medidas diversas para sobrevivir y en alguna de ellas mantuvieron un pacto. No se separaron sino que siguieron perteneciendo oficialmente a las gigantescas instituciones posrevolucionarias: la Iglesia vendida al poder y el Ejército opresor.

Enfocándome en esa célula que sobrevive del ejército, no soy amigo de la ilegalidad pero hablando de aspectos legales ficticios como gran parte de nuestro sistema fincado por el PRI, no es del todo despreciable un auténtico Golpe de Estado. Destruir al PRI, acabar con él y todo aquello que represente al enquistado régimen que no ha sumido en la pobreza sino en la miseria económica y cultural al pueblo de México. Nuestro país es de los pocos en América Latina que no ha padecido golpes ni dictaduras militares, y eso es porque los altos mandos fueron relevados por príístas, militares, comprados con una exagerada cantidad de recursos, inmunidad e impunidad.

Todavía persiste una célula de antaño en la milicia, los generales de tantas estrellas ajenas al rango castrense. Discretamente iniciados en la capellanía del Campo Marte, son ajenos a los mandos que dirigen mayoritariamente las tropas que circulan en el país. Acusan una mayor disciplina y principios pero continúan segregados ya que con el obstinado uso de la milicia para ofensivas contra el narcotráfico y el crimen organizado, no hay lugar para una pausa y cambio de mando ¿por qué creen que ha arreciado la violencia? para mantener al Ejército ocupado y evitar reformas que pudieran amenazar al Sistema priísta.

Claro que hay una cortina de humo, se supone que la violencia es pareja, pero noten el diabólico estilo salinista, ese que mueve a Peña Nieto y Emilio Gamboa, el verdadero regente de Yucatán detrás de Ivonne Ortega; la conocida táctica de Salinas de matar a políticos tanto de su partido como de otros ha resurgido, mas los priístas suelen usar a sus caídos como mártires, por ejemplo el malogrado político de Tamaulipas asesinado (entre los tricolores simplemente le toca a los más pendej… como dicen en el ambiente político).

En cuanto a la Iglesia, continúa sirviendo a la población, es la iglesia que se une a las causas populares, que apoyó al EZLN pero la difamación y menosprecio de los medios controlados ha desestimado el movimiento y lo recluyeron a la zona. Está verdaderamente preocupada por el pueblo y ha sido censurada por mucho tiempo; ha logrado sobrevivir y mantiene regular presencia; todavía hay jerarcas emanados de ella que no escatiman en reprocharle a Calderón su papel de administrador y no de gobernador, esa iglesia popular, desestimada por el PRI e ignorada por el PAN.

Hablando de la iglesia “oficial”, los mismos obispos priístas tuvieron que cuadrarse con el nuevo partido que no dejó lugar a sospechas por la identificación que lleva el PAN con la religión, mas lo cierto es que hasta esos religiosos son parte del sistema conformado por el tricolor que debería destruirse. Líderes religiosos que mantienen sumisión a grupos poderoso dentro del país y fuera de él, por ejemplo al grupo conspirador tan mencionado y su nostálgico terruño en Oriente medio desde donde fue enviado el archimandrita Antonio Chedraoui como “sumo sacerdote” y guía espiritual de la oligarquía y cuya efigie es sumamente venerada por los priístas y los propios obispos “católicos”

En más de una ocasión ha sido denunciada esta situación, el complot libanés-PRI, la mafia constituida pero que sólo representa una célula de la élite intocable y delincuente que engloba a todos los que hemos mencionado en el escrito. En su tiempo, y ya consciente del problema, Juan Pablo II intentó contrarrestar esa influencia antioquena con religiosos maronitas identificados con Roma pero que no es mucho lo que han podido hacer y que pocos adeptos han conseguido en realidad, pero al menos la Iglesia Católica idólatra, rendida al poder de la oligarquía, poco a poco está siendo desenmascarada.

A pesar de todo, de las voces que descubren esta conspiración, como buen actor, el PRI enseguida los acusan de incurrir a la “guerra sucia”, término de moda entre dirigentes simbólicos y periodistas parciales pero que en más de una vez hemos comentado su origen y su verdadero significado en el contexto político (ver la “Verdadera Guerra sucia”).

Acusan también a los “blancos”, a los que viven cómodamente, entonces el tricolor saca el cobre, ahora se jacta de curtido y nixtamalero, de huaraches con tierra, de ser nacos, besucones de niños y abuelitas (¿¿¿o no???), de confidentes y caritativos… pero es falso, es parte de su estrategia; veo extraño que señalen la influencia “fufurufa”, eso sí es discriminación y la mayoría de los afiliados priístas que se mueven al son que les toquen por su falta de juicio lo esgrimen sin medida, aduciendo el oprobio de esa “casta divina”, explotadora y esclavista, que quiere vender al país, ¡por favor! la supervivencia de los hacendados favorecidos por Carranza -aquella “raza suprema” de ascendencia europea- es ridícula pues con las políticas paternalistas del PRI el campo se vino para abajo, no sólo a campesinos involucrados con la Reforma Agraria y la institución de los ejidos sino también a los antiguos hacendados que fincaban su riqueza precisamente en la producción agropecuaria.

Son mitos y mentiras forjadas por el Sistema, engaños sucios destinados a contrastar la potencial soltura que guardan ciertos grupos que son una amenaza para el PRI. Lo digo, lo repito y vuelvo a repetir: el Partido Revolucionario Institucional debe ser exterminado, aniquilado, él todas las instituciones que emanaron de sí; nunca se le podrá acabar con un sistema diseñado por ellos y para ellos, ni por la vía democrática, ni con el presidencialismo, ni con nada; vaya, es necesario acabar hasta con todo aquello que aunque nació como contrario siempre está basado en la función del sistema príista, como muchas porciones de otros partidos ajenos, incluidos el PRD y el PAN.

Sedición o no, aquí estoy y ahí están los demás, sólo falta unirnos y luchar, las puras palabras se las lleva el viento. Una revolución no tiene que ser violenta, pero si este aparato fue construido por la fuerza entonces sólo por la fuerza podrá salir, y con fuerza de por medio seguramente se derramará sangre. N.R.A.A. Mérida, Yucatán a 10 de noviembre de 2010.

11 ago 2010

¿Y el estallido social y sus líderes?

Por: Narces Alcocer Ayuso

Bien dicen que México necesita héroes y siempre me he preguntado para qué ¿fungirían de émulos, referencias socio-culturales? en alguien carente de espíritu quizá sí, pero de manera masiva sería un error, un error pensarlo, intentarlo, hacerlo. Es fácil tratar con una persona pensante, pero en masa la gente ya no piensa, actúa “civilizadamente” como autoprotección y no por verdadera convicción, es decir un “encajamiento simbiótico”, de ahí las leyes. Lamentablemente durante gran parte del siglo pasado vivimos con el bombardeo de imágenes falsificadas que pretendían imponernos a héroes que nos alejaran de la realidad, no sólo suya sino nuestra.

Francamente México no necesita más héroes para traer felicidad a su jodida existencia, México está lleno de héroes, cierto, pero como buenos hombres y mujeres ésos no trascienden la mayoría de las veces del anonimato, tal como debe ser. Lo que México necesita son líderes, no líderes políticos, ni líderes puramente ideológicos sino líderes sociales. El líder político muchas veces es elegido y otras impuesto, mientras que el líder de ideas se sabe colocar con su voz y preparación, presentando conceptos ya trabajados (y por tanto parciales) que le ahorran al vulgo la necesidad de pensar; ambos sobresalen desde sí mismos y generalmente en beneficio de sí mismos.

El líder social debe caracterizarse por ser parte de las masas y establecer sus terrenos en lo más bajo, en el servicio hacia los demás, despojándose del provecho propio, llevando el mote sin intención de ser líder sino obtenido en su búsqueda del bien común aún a costa de su persona. Allí surge una disyuntiva ya que anodinos demagogos gustan de bajarse del caballo para favorecer el contacto físico con las personas, “escucharlas”, llorar con ellas, comer o portar lo que les ofrezcan, conductas que en general los hacen populares pero no representan más que un soberano monumento a la hipocresía, fungiendo técnicamente como un “héroe” que como tal gozaría de mayor tolerancia o impunidad para sus conductas ilegales que con las condiciones mencionadas anteriormente alcanzan a ser socialmente aceptadas.

Al héroe evidente se le mira desde abajo o desde lejos, por ello el embeleso de las masas por sentirle, tocarle, besarle y demás cuando físicamente le tengan al alcance. A ellos y a los líderes políticos o ideológicos los demandan como padrinos, invitados a eventos académicos, colaboradores de columnas, recibe galardones sacados de la manga o en el mejor de los casos las llaves de localidades, todo en pos de un status…

Ciertamente de héroe o líder ninguno cumple su función pero el atractivo que generan es óptimo para el desarrollo de ambientes socio-económicos, tierra fértil para algunas mañas: sedición, corrupción, o la más conocida que es la desatención a circunstancias aciagas que generen dolosamente condicionamientos o total ignorancia respecto a dichas situaciones. Funciona de manera similar como el caso de los preescolares que realizan una tarea sin enfocarse directamente a la naturaleza de la misma y actuando condicionalmente, de manera positiva con promesas, obsequios, premios, o negativa con regaños, palizas, sustos; en el caso de una total desatención es como aquella demanda del infante eliminada por olvido al presentarle otro atractivo, dependiendo de la intensidad del mismo su eficiencia.

Hasta este punto más de un lector o una lectora habrán identificado alguna analogía, sin embargo comprendemos que quien está detrás del chocolate o del cinturón es en la mayoría de los casos una madre o un padre por sentido común actuando en beneficio de su cría, siendo ganancia el provecho propio y desestimado el sacrificio personal.

La palabra líder viene del inglés “lead” que significa guiar y se entiende como algo o alguien que previamente sensibilizado, lleva o conduce a otro u otros hacia un objetivo. Moralmente se exigiría que el líder ya haya experimentado el proceso y por ello muchas personas sin tal antecedente en diversas ocasiones son menospreciadas, el personaje bíblico Moisés es un ejemplo ¿cuál es entonces la manera ideal para llevar a un llevar a los grupos independientemente de la experiencia del guía? Consideremos tres maneras de acarrear algo: halando, empujando y acompañando; si el líder guía hacia la misma meta a los demás empujando y los demás caen al barranco entonces nadie quedará para culpar al guía, si el guía hala y se cae al barranco entonces estaba equivocado pero los guiados a salvo y con tiempo para recular, y finalmente al ir todos juntos la importancia es pareja y la experiencia no es cuestión de vida o muerte sino la actitud madura para ir.

La experiencia no recae únicamente en la vivencia directa pero es verdad que en su estado neto requiere moldes basados en otros valores tales como la prudencia, de repente a un trastornado burgués se le ocurre una doctrina proletaria cuyo base es la simple observación y por algún tiempo queda latente hasta el arribo de alguien todavía más trastornado que intenta aplicarla. Tenemos ahí un ejemplo claro del líder ideológico que otorga un concepto masticado a un líder político: surgen el socialismo y el comunismo que en su nata imperfección terminan por colapsar las sociedades en donde se impusieron, sobreviviendo sólo con adecuaciones en algunos Estados, observando en esos casos una conveniencia pura que ni siquiera es del pueblo.

Los falsos líderes o héroes pueden guiar de cierta forma, nunca empujando porque su misma distancia se los impide pero sí halando de lejos (además el trecho disuade a la mayoría); por el contrario, el líder auténtico finca su mérito en ir, sólo en ir, ir a la par, llevando desde abajo a la sociedad, no detrás de ellos sino yendo con ellos, siempre al alcance y tangible, constituyendo uno más sin enajenarse, llevando hasta a los que no quieren por inercia y asumiendo todos juntos lo que venga, bueno o malo, trabajando en conjunto para obtener lo que se desee.

¿Cuántos guías nacionales han sido líderes verdaderos? Vivimos una situación tan corrompida y corrupta que es temerario considerar el pasado de manera tan simple. Claro que de la Historia tomamos lecciones importantes pero en nuestra tendencia pretensiosa actual preferimos dilucidar el verdadero rostro de un patricio que analizar a fondo su pensamiento, preferimos el exterior de una cabeza que el interior. A unos cuantos no les conviene que la gente conozca y parte de la aberrante estrategia para conseguirlo consiste en fabricar nuevos “héroes” pero manteniendo vigentes los vetustos en circunstancias frenológicas ¿útiles acaso? no, pero no reprobable en la sociedad y conservando los nombres de calles y colonias permaneciendo en la dizque memoria colectiva.

A pesar de lo innecesarios que son las figuras heroicas para nuestros problemas la tendencia de buscarlos y portarlos persiste, por ejemplo es absurdo fincar en futbolistas un sentimiento nacional verdaderamente importante. Por supuesto que todos querrían ver ganar la copa mundial a la selección mexicana pero al menos para mí no es más importante que fincar en mis propiedades del Monopoly®, a diferencia que esto último sé que es resultado de una participación directa de mi persona que a la larga puede generarme quizá mayor satisfacción.

Después de que el equipo mexicano fue eliminado en la pasada contienda todos volcaron su atención a la situación política nacional; para muchos no fue conveniente ya que delicados asuntos fueron considerados a fin de cuentas por el vulgo debido a su proyección en los medios durante espacios otrora otorgados a la malograda Selección.

Uno de los temas fue la extrema violencia que se vive en determinadas zonas del país con consecuencias sangrientas que tuvieron su acmé en la ejecución del candidato priísta al gobierno de Tamaulipas (mucho antes que la matanza de jóvenes en Torreón). Enseguida todos señalaron como responsable al presidente Calderón y su lucha anti-narco que tildaron de encaprichada además de ineficaz y que estaría siendo parcial.

Es fácil echarle la culpa a alguien y de paso aprovechar para imputarle más errores y recordarle otros desatinos previos pero ¿será que si no estuvieran para ello en tiempos electorales igual le habría llovido al Presidente? por conveniencia de los medios creo que no, y no lo digo porque no se goce en el país de migajas de libertad para expresarse sino por costumbre arrastrada de otros tiempos, tiempos del PRI.

A nadie le sorprende que los medios sean parciales, lo patético es que el grueso de la gente se deje llevar por una versión particular sin siquiera informarse como debe ser. Si después de ello aún persiste su opinión al menos estará más fundamentada. En este punto siempre tienen éxito los líderes ideológicos cuya tendencia es el lucro en el peor de los casos con material sobre “superación” personal o grupal; en una aparente conclusión se llega a la idea de que en nosotros está la respuesta a los problemas del país, que mientras no cambiemos no habrá un cambio a fondo, que no sólo es criticar o exigir sino contribuir al mejoramiento de la nación, siendo solidarios y buenos ciudadanos, procurar votar, no ser corruptos, etcétera, etcétera, mi duda es sobre el lugar desde donde nos hablan esos líderes; en realidad son comerciantes de porquerías venden pero no prueban.

Sucede que casi nadie va más allá de lo que diga Joaquín o Javier; la ofuscada clase media piensa que sí lo hace con recurrir a otros medios como canales de paga o rotativos de opinión que al final son filiales de uno u otro emporio de las comunicaciones. Los pocos que tratan de averiguar más allá, de cultivarse un tantico, acaban informándose en fuentes que supieron de su existencia por hallar referencias en los mismos medios de los que huyeron, no por nada Gaby Vargas o Cuauhtémoc Sánchez son tan leídos.

México no es un país de lectores –dicen- ¡falso! México sí lee, millones de pesos erogamos en revistas de la farándula, de deportes, de sexo, policiales; lo que México no hace es pensar, nos venden las ideas pre-fabricadas; quizá no sea malo ofrecer ilusiones hacia realidades, lo negativo es convertir las realidades en ilusiones, ésta última aplicada en la máxima del “Tigre” Azcárraga: es obligación sacar a México de su triste realidad ¿con qué? con la fábrica de sueños (cuando leas dilo con un toque meloso) con la fábrica de ilusiones.

Parecería que nos vale, podemos estar conscientes y es muy nuestra decisión. No hay duda de que en nosotros verdaderamente está el cambio, que es de todos la responsabilidad, pero en realidad esa actitud nos lleva a dejar que la estrategia fallida del Ejército mexicano en su lucha contra el narco siga vigente a pesar de que autoridades del más alto nivel la ha reconocido ineficaz, de que Ivonne Ortega siga despilfarrando el exiguo presupuesto de Yucatán para sus caprichos, a que López Obrador siga manifestándose como el mesías de todos los mexicanos ¿porqué? porque no pensamos, es mentira que consintamos en que todo es igual, de que todos son iguales y que en nosotros está el cambio, son puras ideas vendida, masticadas, alteradas por los medios y algunas instituciones. Claramente una etapa que el psicólogo James Prochaska catalogaría como “contemplación”. Repito: la falsedad no es en sí la forma de la idea ni la seguridad con que asevere, lo trillado es hacernos creer responsables, siéndolo pero sin asumirlo, disminuyendo la autoestima, el pundonor nacional y haciéndonos vulnerables, necesitados de líderes que habrán de ser falsos para conveniencia de a oligarquía: cantantes, deportistas, escritores, empresario y por supuesto políticos.

Algunos voces han sostenido que la única forma de superar la etapa es por medio de un estallido social, amenaza mediática desde el segundo año de gobierno de Vicente Fox, pero sólo es parte de la mercadotecnia de pseudolíderes populistas y ciertos rotativos que no gozan de la tranquilidad comprada de los regímenes de antaño y que ladran y ladran. Tan es así que han pasado ocho años y siguen con la misma amenaza, y ni los campesinos, indígenas o gente en la miseria han levantado un solo dedo ¿por qué? porque no son en lo más mínimo auténticos líderes sociales, vaya, ni siquiera políticos trastornados que hayan tomado ideas radicales de filósofos intransigentes. A nadie en juego le conviene el estallido social.

Soy amigo del diálogo, con la mayor fundamentación posible de los argumentos, donde la democracia no sea lo único ¿dónde quedan las minorías? Lamentablemente nuestro sistema no cuenta con todo lo necesario para funcionar y de lo poco que posee la mayoría es falsa. No hablo sólo nuestro país, el sistema global es imperfecto, ya no es capitalista ni socialista, creo que nunca lo ha sido, nuestro sistema es “egoísta” hasta dentro de nuestras bases sociales. Cuando se dio aquel ataque contra la Embajada de México en Chile por un grupo anarquista me di a la tarea de investigar sobre él; al principio me sentí ofendido por la acción contra mi país, contra la integridad de las personas que va más allá de cualquier disposición de carácter legal, sin embargo al analizar las consignas de aquel grupo pude constatar que si bien su proceder era sesgado en la forma, el fondo de las ideas era justo: sencillamente bajar el switch de la sociedad, no un “stand by” sino un reinicio completo, desde cero, con un funcionamiento nuevo y creado por y para nosotros, no uno antiguo ni ambiguo, adecuado por unos pocos para unos pocos pero aplicable a los demás, anacrónicos, parciales; hay que borrar políticas, doctrinas, regímenes, sistemas económicos, eliminar las clases sociales y fundamentar la nueva sociedad en principios adecuados; si bien nos pesa nuestro egoísmo, en el fondo no somos egoístas, sólo que así sobrellevamos nuestra existencia en un sistema de la misma condición, pero en momentos drásticos, donde las leyes, las creencias y preferencias valen nada, el egoísmo se esfuma, se van con ello que es lo que lo trae, y somos solidarios. Un revolución social es un momento drástico, pero hay que pensarlo bien, no caer en lo extremo de recurrir al instinto atávico de supervivencia que se asemeje al egoísmo aunque no lo sea, hay que pensarlo bien, y para hacer bien debemos ejercitar día a día nuestra mente: hay que pensar, no dejar que otros piensen por nosotros o que nos hagan creer que pensamos. N.R.A.A. Mérida, Yucatán a 11 de agosto de 2010.