Por: Narces Alcocer Ayuso
Bien dicen que México necesita héroes y siempre me he preguntado para qué ¿fungirían de émulos, referencias socio-culturales? en alguien carente de espíritu quizá sí, pero de manera masiva sería un error, un error pensarlo, intentarlo, hacerlo. Es fácil tratar con una persona pensante, pero en masa la gente ya no piensa, actúa “civilizadamente” como autoprotección y no por verdadera convicción, es decir un “encajamiento simbiótico”, de ahí las leyes. Lamentablemente durante gran parte del siglo pasado vivimos con el bombardeo de imágenes falsificadas que pretendían imponernos a héroes que nos alejaran de la realidad, no sólo suya sino nuestra.
Francamente México no necesita más héroes para traer felicidad a su jodida existencia, México está lleno de héroes, cierto, pero como buenos hombres y mujeres ésos no trascienden la mayoría de las veces del anonimato, tal como debe ser. Lo que México necesita son líderes, no líderes políticos, ni líderes puramente ideológicos sino líderes sociales. El líder político muchas veces es elegido y otras impuesto, mientras que el líder de ideas se sabe colocar con su voz y preparación, presentando conceptos ya trabajados (y por tanto parciales) que le ahorran al vulgo la necesidad de pensar; ambos sobresalen desde sí mismos y generalmente en beneficio de sí mismos.
El líder social debe caracterizarse por ser parte de las masas y establecer sus terrenos en lo más bajo, en el servicio hacia los demás, despojándose del provecho propio, llevando el mote sin intención de ser líder sino obtenido en su búsqueda del bien común aún a costa de su persona. Allí surge una disyuntiva ya que anodinos demagogos gustan de bajarse del caballo para favorecer el contacto físico con las personas, “escucharlas”, llorar con ellas, comer o portar lo que les ofrezcan, conductas que en general los hacen populares pero no representan más que un soberano monumento a la hipocresía, fungiendo técnicamente como un “héroe” que como tal gozaría de mayor tolerancia o impunidad para sus conductas ilegales que con las condiciones mencionadas anteriormente alcanzan a ser socialmente aceptadas.
Al héroe evidente se le mira desde abajo o desde lejos, por ello el embeleso de las masas por sentirle, tocarle, besarle y demás cuando físicamente le tengan al alcance. A ellos y a los líderes políticos o ideológicos los demandan como padrinos, invitados a eventos académicos, colaboradores de columnas, recibe galardones sacados de la manga o en el mejor de los casos las llaves de localidades, todo en pos de un status…
Ciertamente de héroe o líder ninguno cumple su función pero el atractivo que generan es óptimo para el desarrollo de ambientes socio-económicos, tierra fértil para algunas mañas: sedición, corrupción, o la más conocida que es la desatención a circunstancias aciagas que generen dolosamente condicionamientos o total ignorancia respecto a dichas situaciones. Funciona de manera similar como el caso de los preescolares que realizan una tarea sin enfocarse directamente a la naturaleza de la misma y actuando condicionalmente, de manera positiva con promesas, obsequios, premios, o negativa con regaños, palizas, sustos; en el caso de una total desatención es como aquella demanda del infante eliminada por olvido al presentarle otro atractivo, dependiendo de la intensidad del mismo su eficiencia.
Hasta este punto más de un lector o una lectora habrán identificado alguna analogía, sin embargo comprendemos que quien está detrás del chocolate o del cinturón es en la mayoría de los casos una madre o un padre por sentido común actuando en beneficio de su cría, siendo ganancia el provecho propio y desestimado el sacrificio personal.
La palabra líder viene del inglés “lead” que significa guiar y se entiende como algo o alguien que previamente sensibilizado, lleva o conduce a otro u otros hacia un objetivo. Moralmente se exigiría que el líder ya haya experimentado el proceso y por ello muchas personas sin tal antecedente en diversas ocasiones son menospreciadas, el personaje bíblico Moisés es un ejemplo ¿cuál es entonces la manera ideal para llevar a un llevar a los grupos independientemente de la experiencia del guía? Consideremos tres maneras de acarrear algo: halando, empujando y acompañando; si el líder guía hacia la misma meta a los demás empujando y los demás caen al barranco entonces nadie quedará para culpar al guía, si el guía hala y se cae al barranco entonces estaba equivocado pero los guiados a salvo y con tiempo para recular, y finalmente al ir todos juntos la importancia es pareja y la experiencia no es cuestión de vida o muerte sino la actitud madura para ir.
La experiencia no recae únicamente en la vivencia directa pero es verdad que en su estado neto requiere moldes basados en otros valores tales como la prudencia, de repente a un trastornado burgués se le ocurre una doctrina proletaria cuyo base es la simple observación y por algún tiempo queda latente hasta el arribo de alguien todavía más trastornado que intenta aplicarla. Tenemos ahí un ejemplo claro del líder ideológico que otorga un concepto masticado a un líder político: surgen el socialismo y el comunismo que en su nata imperfección terminan por colapsar las sociedades en donde se impusieron, sobreviviendo sólo con adecuaciones en algunos Estados, observando en esos casos una conveniencia pura que ni siquiera es del pueblo.
Los falsos líderes o héroes pueden guiar de cierta forma, nunca empujando porque su misma distancia se los impide pero sí halando de lejos (además el trecho disuade a la mayoría); por el contrario, el líder auténtico finca su mérito en ir, sólo en ir, ir a la par, llevando desde abajo a la sociedad, no detrás de ellos sino yendo con ellos, siempre al alcance y tangible, constituyendo uno más sin enajenarse, llevando hasta a los que no quieren por inercia y asumiendo todos juntos lo que venga, bueno o malo, trabajando en conjunto para obtener lo que se desee.
¿Cuántos guías nacionales han sido líderes verdaderos? Vivimos una situación tan corrompida y corrupta que es temerario considerar el pasado de manera tan simple. Claro que de la Historia tomamos lecciones importantes pero en nuestra tendencia pretensiosa actual preferimos dilucidar el verdadero rostro de un patricio que analizar a fondo su pensamiento, preferimos el exterior de una cabeza que el interior. A unos cuantos no les conviene que la gente conozca y parte de la aberrante estrategia para conseguirlo consiste en fabricar nuevos “héroes” pero manteniendo vigentes los vetustos en circunstancias frenológicas ¿útiles acaso? no, pero no reprobable en la sociedad y conservando los nombres de calles y colonias permaneciendo en la dizque memoria colectiva.
A pesar de lo innecesarios que son las figuras heroicas para nuestros problemas la tendencia de buscarlos y portarlos persiste, por ejemplo es absurdo fincar en futbolistas un sentimiento nacional verdaderamente importante. Por supuesto que todos querrían ver ganar la copa mundial a la selección mexicana pero al menos para mí no es más importante que fincar en mis propiedades del Monopoly®, a diferencia que esto último sé que es resultado de una participación directa de mi persona que a la larga puede generarme quizá mayor satisfacción.
Después de que el equipo mexicano fue eliminado en la pasada contienda todos volcaron su atención a la situación política nacional; para muchos no fue conveniente ya que delicados asuntos fueron considerados a fin de cuentas por el vulgo debido a su proyección en los medios durante espacios otrora otorgados a la malograda Selección.
Uno de los temas fue la extrema violencia que se vive en determinadas zonas del país con consecuencias sangrientas que tuvieron su acmé en la ejecución del candidato priísta al gobierno de Tamaulipas (mucho antes que la matanza de jóvenes en Torreón). Enseguida todos señalaron como responsable al presidente Calderón y su lucha anti-narco que tildaron de encaprichada además de ineficaz y que estaría siendo parcial.
Es fácil echarle la culpa a alguien y de paso aprovechar para imputarle más errores y recordarle otros desatinos previos pero ¿será que si no estuvieran para ello en tiempos electorales igual le habría llovido al Presidente? por conveniencia de los medios creo que no, y no lo digo porque no se goce en el país de migajas de libertad para expresarse sino por costumbre arrastrada de otros tiempos, tiempos del PRI.
A nadie le sorprende que los medios sean parciales, lo patético es que el grueso de la gente se deje llevar por una versión particular sin siquiera informarse como debe ser. Si después de ello aún persiste su opinión al menos estará más fundamentada. En este punto siempre tienen éxito los líderes ideológicos cuya tendencia es el lucro en el peor de los casos con material sobre “superación” personal o grupal; en una aparente conclusión se llega a la idea de que en nosotros está la respuesta a los problemas del país, que mientras no cambiemos no habrá un cambio a fondo, que no sólo es criticar o exigir sino contribuir al mejoramiento de la nación, siendo solidarios y buenos ciudadanos, procurar votar, no ser corruptos, etcétera, etcétera, mi duda es sobre el lugar desde donde nos hablan esos líderes; en realidad son comerciantes de porquerías venden pero no prueban.
Sucede que casi nadie va más allá de lo que diga Joaquín o Javier; la ofuscada clase media piensa que sí lo hace con recurrir a otros medios como canales de paga o rotativos de opinión que al final son filiales de uno u otro emporio de las comunicaciones. Los pocos que tratan de averiguar más allá, de cultivarse un tantico, acaban informándose en fuentes que supieron de su existencia por hallar referencias en los mismos medios de los que huyeron, no por nada Gaby Vargas o Cuauhtémoc Sánchez son tan leídos.
México no es un país de lectores –dicen- ¡falso! México sí lee, millones de pesos erogamos en revistas de la farándula, de deportes, de sexo, policiales; lo que México no hace es pensar, nos venden las ideas pre-fabricadas; quizá no sea malo ofrecer ilusiones hacia realidades, lo negativo es convertir las realidades en ilusiones, ésta última aplicada en la máxima del “Tigre” Azcárraga: es obligación sacar a México de su triste realidad ¿con qué? con la fábrica de sueños (cuando leas dilo con un toque meloso) con la fábrica de ilusiones.
Parecería que nos vale, podemos estar conscientes y es muy nuestra decisión. No hay duda de que en nosotros verdaderamente está el cambio, que es de todos la responsabilidad, pero en realidad esa actitud nos lleva a dejar que la estrategia fallida del Ejército mexicano en su lucha contra el narco siga vigente a pesar de que autoridades del más alto nivel la ha reconocido ineficaz, de que Ivonne Ortega siga despilfarrando el exiguo presupuesto de Yucatán para sus caprichos, a que López Obrador siga manifestándose como el mesías de todos los mexicanos ¿porqué? porque no pensamos, es mentira que consintamos en que todo es igual, de que todos son iguales y que en nosotros está el cambio, son puras ideas vendida, masticadas, alteradas por los medios y algunas instituciones. Claramente una etapa que el psicólogo James Prochaska catalogaría como “contemplación”. Repito: la falsedad no es en sí la forma de la idea ni la seguridad con que asevere, lo trillado es hacernos creer responsables, siéndolo pero sin asumirlo, disminuyendo la autoestima, el pundonor nacional y haciéndonos vulnerables, necesitados de líderes que habrán de ser falsos para conveniencia de a oligarquía: cantantes, deportistas, escritores, empresario y por supuesto políticos.
Algunos voces han sostenido que la única forma de superar la etapa es por medio de un estallido social, amenaza mediática desde el segundo año de gobierno de Vicente Fox, pero sólo es parte de la mercadotecnia de pseudolíderes populistas y ciertos rotativos que no gozan de la tranquilidad comprada de los regímenes de antaño y que ladran y ladran. Tan es así que han pasado ocho años y siguen con la misma amenaza, y ni los campesinos, indígenas o gente en la miseria han levantado un solo dedo ¿por qué? porque no son en lo más mínimo auténticos líderes sociales, vaya, ni siquiera políticos trastornados que hayan tomado ideas radicales de filósofos intransigentes. A nadie en juego le conviene el estallido social.
Soy amigo del diálogo, con la mayor fundamentación posible de los argumentos, donde la democracia no sea lo único ¿dónde quedan las minorías? Lamentablemente nuestro sistema no cuenta con todo lo necesario para funcionar y de lo poco que posee la mayoría es falsa. No hablo sólo nuestro país, el sistema global es imperfecto, ya no es capitalista ni socialista, creo que nunca lo ha sido, nuestro sistema es “egoísta” hasta dentro de nuestras bases sociales. Cuando se dio aquel ataque contra la Embajada de México en Chile por un grupo anarquista me di a la tarea de investigar sobre él; al principio me sentí ofendido por la acción contra mi país, contra la integridad de las personas que va más allá de cualquier disposición de carácter legal, sin embargo al analizar las consignas de aquel grupo pude constatar que si bien su proceder era sesgado en la forma, el fondo de las ideas era justo: sencillamente bajar el switch de la sociedad, no un “stand by” sino un reinicio completo, desde cero, con un funcionamiento nuevo y creado por y para nosotros, no uno antiguo ni ambiguo, adecuado por unos pocos para unos pocos pero aplicable a los demás, anacrónicos, parciales; hay que borrar políticas, doctrinas, regímenes, sistemas económicos, eliminar las clases sociales y fundamentar la nueva sociedad en principios adecuados; si bien nos pesa nuestro egoísmo, en el fondo no somos egoístas, sólo que así sobrellevamos nuestra existencia en un sistema de la misma condición, pero en momentos drásticos, donde las leyes, las creencias y preferencias valen nada, el egoísmo se esfuma, se van con ello que es lo que lo trae, y somos solidarios. Un revolución social es un momento drástico, pero hay que pensarlo bien, no caer en lo extremo de recurrir al instinto atávico de supervivencia que se asemeje al egoísmo aunque no lo sea, hay que pensarlo bien, y para hacer bien debemos ejercitar día a día nuestra mente: hay que pensar, no dejar que otros piensen por nosotros o que nos hagan creer que pensamos. N.R.A.A. Mérida, Yucatán a 11 de agosto de 2010.