16 ene 2010

A QUERER A MERIDA


Por Narces Alcocer Ayuso

Y sí, vaya que fue una sorpresa para mí la aceptación de la Arq. Araujo como virtual candidata a la alcaldía del municipio por su partido; ya lo había anticipado el Diario de Yucatán aunque siempre fui escéptico pues daba por hecho el nombramiento del diputado Zapata como candidato e incluso le daba al dirigente estatal Sahuí mejores posibilidades que la ex directora de la desaparecida Cousey. Sin más que los cuchicheos de algunos amigos dentro del tricolor sobre la aceptación a regañadientes de Zapata Bello siempre y cuando quede él como candidato a la gubernatura en el 2012 ó de Sahuí Rivero para alcalde en el mismo año, la impresión en los “gentiles” no va más allá que la santa palabra de la Sra. Ortega que poco a poco ha desestimado a priístas capaces para cundir la estructura burocrática y del mismo partido con personas aparentemente allegadas e incondicionales pero no precisamente a su patrona.


Por otro lado, en Acción Nacional se vive un ambiente tenso pues se teme una posibilidad de derrota en las urnas. A pesar de su declive, el partido no ha tocado fondo; nadie duda que fueran funestas las derrotas en las gubernaturas de Querétaro y San Luis o las alcaldías de Guadalajara y los municipios industriales del Estado de México, pero un traspié en la municipalidad meridana cimbraría la base panista y modificaría por completo el mapa político de México. Digamos que el PAN es una estructura de cuatro columnas: la primera la constituye la fuerza norteña, la siguiente es la fuerza del Bajío, la otra es la fuerza del centro y finalmente la sola ciudad de Mérida en el sureste representa la cuarta columna. En el resto de las regiones del país, si bien hay considerable presencia blanquiazul, nunca se han constituido verdaderos bastiones. Tras las elecciones de 2009, aunque temblaron las columnas ésas no se desgastaron tanto como para caer ya que en el norte Baja California y Sonora la mantuvieron, en el Bajío Guanajuato, Aguascalientes y la influencia de Jalisco hicieron lo propio, en el centro la influencia presidencial mantiene el sustento y en el sureste la Ciudad Blanca se mantiene como la flor del inmenso barrizal de la región, una auténtica base.


¿Por qué Mérida aguanta sola todo el peso de una columna? fue una de las primeras ciudades en tener un gobierno panista – la segunda exactamente-, pero en aquellos años 60 la insipiencia de la comunicaciones electrónicas y la censura en la prensa hacía que los afines a la doctrina humanista del PAN lo hagan por convicción y no por ambición, con un interés legítimo en el progreso del pensamiento, base de todo desarrollo social, y no por cuestiones materiales, especialmente en zonas tan desentendidas del territorio que fungió de cuna al partido como fue el centro-norte del país. Todo ello le impregnó una identidad particular al panismo meridano, de tal legitimidad que a no ser por la opresión tiránica que se volcó con todo, habría conseguido una gubernatura panista mucho antes que Ernesto Ruffo a fines de los 80. De cualquier manera la brutalidad no acaba con las ideas y la influencia yucateca en el panismo consiguió su acmé a través del recordado Carlos Castillo al duplicar la militancia en todo el país y dejar el camino listo para acabar en los años siguientes con la dictadura de 70 años del tricolor. Con anticipación, Mérida consolidó su libre pensamiento, su democracia, su identidad propia y por veinte años ha sido servida por figuras panistas que contribuyeron a escenificarla como la ciudad más limpia, culta, segura y en general con mejor calidad de vida no sólo en el sureste sino en toda la región sur y del Golfo.


A través de toda esta pobrísima zona sur-oriental del país, cundida de indígenas olvidados o masas reprimidas por el interés material donde la única manera de hacer política es a través de recomendaciones o compadrazgos, de transigir acosos sexuales o rendición a los vicios, Mérida se ha mantenido dignamente. Es así que desde lejos ofrece resistencia al estancamiento que parecieran llevar los hermanos de la comarca y que emulándola han conseguido algunos municipios regionales sumarse al afán progresista.


Sin embargo su condición no está exenta de cambiar pues la propia libertad de elección permite a los pobladores decidir quiénes dirigirán el ayuntamiento. Algunos jóvenes y gente inmigrante en la urbe que nunca han conocido otro partido en el municipio más que el PAN se han dejado llevar por la engañosa propaganda del grupo que controla el PRI local y junto a los simpatizantes habituales de dicho partido han conseguido un número de votantes que en las pasadas elecciones federales otorgaron los distritos electorales al Revolucionario Institucional, cuyos titulares al poco tiempo dieron negativamente de qué hablar y lo continúan haciendo, resultando favorecidos sólo por la información pagada en ciertos rotativos de dudosa ética.


El bombardeo mediático, la abominable promoción de la figura caricaturesca que es lo único que representa Ivonne Ortega ante su carencia de obras, el desprestigio infundado de muchos políticos de cualquier partido que aspiren a equilibrar la situación, las irreverencias materiales que ofuscan a gente que busca conseguirlo todo de la manera más fácil y rápida y el natural desafío a la moral de algunos sectores amenazan la permanencia del PAN en la alcaldía. Mas no es sólo perder la municipalidad, es perder el bastión panista, el estandarte del partido, debilitar la columnata que en caso de tambalear la estructura del blanquiazul se tendrá que reacomodar, ya no en un sistema de cuatro patas sino más bien en un trípode, desapareciendo la particular identidad local del partido y marchitando la flor del desierto, la del sur-sureste, siendo a partir de entonces todo la región dependiente del centro.


A diferencia de los otros partidos, en el PAN no hay un único precandidato y aunque existan tendencias no son definitivas. En lo que corresponde a la actual administración, el Ayuntamiento continúa haciendo lo que mejor sabe hacer: trabajar. Respecto a los otros partidos hay poco qué decir salvo las aspiraciones del controvertido Francisco Solís.


Independientemente de ello, quienes asumimos las consecuencias siempre somos los ciudadanos. Tanto pregona el IFE sobre el poder del voto y cómo podemos participar en el funcionamiento del sistema, sin embargo lo presenta como una cuestión de premio-castigo hacia los partidos políticos, una participación cada tres años fuera de la cual nos deberíamos “aguantar”, darle un período al funcionario para mejorar su situación y de paso la nuestra, y en caso de no satisfacernos simplemente cambiar el voto en las siguientes elecciones para “ver qué pasa” ¿funciona eso? ¿sería alternancia? como dije en una ocasión, Madero esgrimió la idea del sufragio efectivo y la no reelección, pero al individuo lo asesinaron y el fondo de la máxima fue adulterada por un grupo represor que se hizo abanderado del movimiento revolucionario mientras que fueron ellos quienes realmente lo aplastaron; cuando la doctrina ya resultó inoperante para su régimen y no podía esconder la verdadera imagen, se deshicieron de ella y de todos los hombres y mujeres que buscaron sanarla y llevarla al frente de batalla nuevamente (un sinfín de pensares, sentimientos y demás aprehensiones me brotan al escuchar a la lideresa Paredes querer acoger nuevamente al espíritu revolucionario mientras fue su partido el mismo que lo reprimió, lo violó, adulteró y vapuleó, al mismo tiempo que silenciaba a todos los humanistas y libres pensadores que buscaron rescatarlo). El caso es que un político no recibe la función de regirnos y recibir nosotros a cambio el honor de tener a sendo figurón en el trono, sino que el funcionario recibe el honor de servirnos, ser el siervo entre los siervos como el obispo de Roma y no la figura universal como el patriarca de Constantinopla; en caso de que no nos satisfaga simplemente acabaría no sólo su futuro político sino la trascendencia de sus ideas, con variables penales incluso; idóneos serían los referéndums, plebiscitos o demás conceptos; el sucesor debe convencer, agradar, comprometerse, pero ¿y si es del mismo partido? no le veo problema, cada quien debería establecer una línea, de ahí la virtud del legado de Madero. Luego ¿sería una alternancia el simple cambio de partido? técnicamente sí pero no en el fondo, incluso la alternancia real no es una panacea, debe ir integrada a todo el valor democrático para poder funcionar.


A lo que me refiero es que no debemos esperar la acción de los políticos sino la nuestra dentro la cual el servidor público es sólo un “ejecutante”. Nos pueden ofrecer una ciudad moderna (contaminante), artística (adornada), joven (relajada) y demás, muy al estilo de Salinas, Hank González y ahora Peña nieta, pero – a manera de analogía- cualquier individuo con sentido común comprendería que es mejor bajar de peso que comprar ropa más holgada; si nos mantuviéramos obesos comeríamos en mayor cantidad y nuestra ropa y aparatos de uso cotidianos serían proporcionales al volumen, igualmente una localidad que abandone su lucha por ser la mejor ciudad de México requeriría de mayores recursos, no sólo para abrir una tangente a los problemas habituales sino para mantener ambas direcciones que a la larga demandarían permanentemente nueva infraestructura, derrochadora de recursos, que abriría cada vez nuevas tangentes al grado de volverse insostenible y generar caos; la alta demografía, o su tasa ya no son viables, y menos si no se buscara el ordenamiento de la localidad. Considerando la incertidumbre por el periódico aumento del combustible ¿no sería mejor moderar el uso de automotores, solidarizarnos, reducir la contaminación, involucrarnos más en el problemas del transporte público y no dejarlo a manos de mafias protegidas en lugar de hacer una ciudad iluminada por luces de xenón, neón, con calles amplias y pletóricas de autos en una población de malos hábitos viales? ¿cuál sería una verdadera modernidad sustentable?, ¿no sería mejor consolidar los espacios públicos y vecinales como foros de cultura popular, urbana, personal, tangible y autosuficiente en lugar de organizar dispendiosos conciertos masivos de artistas lejanos e inalcanzables para darle gusto a unos pocos plutócratas y turistas, o bien buscar llevar el título de la “Atenas mexicana” en esta época tecnológica en lugar de erigir ostentosos palacios sobre el estilo arquitectónico y alfarero de una cultura que asimilada por nosotros aún vive? ¿cuál sería arte y cultura?, ¿no sería mejor mantener a los jóvenes en las posiciones ideales y en la adecuada proporción de una estructura integral de amistad, cooperativa, en lugar de instituir secretarías juveniles falsas mientras las huestes de porros envician a los jóvenes y estudiantes con drogas y alcohol y luego conducen a votar por cierto partido en el que la única juventud la llevan los “juniors” y pseudo-líderes estudiantiles que desestiman las peticiones de sus representados? ¿cuál es ser joven?


Definitivamente los votos hablan pero como dijo cierto personaje: un funcionario electo obtiene la legalidad a través de los votos, pero la legitimidad sólo a través de la moral. Basta un breve análisis para discernir quién tiene moral en nuestra sociedad. Atrévanse a considerar que al igual que la fe, la moral causa, actúa, se palpa, las obras son reflejo de una verdadera autoridad ganada con vocación de servicio, y una autoridad sólo se mantiene con la conjunción de la legalidad y la legitimidad, ésta última un valor que no puede autoasignarse o siquiera pretenderse a través de mojigangas mediáticas coludidas de maquillaje caro y coreografías aprendidas ¿quién tiene ese valor y a quién le vale? mientras unos develan placas alusivas al bien hacer otros buscan cubrir sus errores y sus muertos con sábanas y cobertores. N.R.A.A. Mérida, Yucatán a 16 de enero de 2010.