Por: Narces Alcocer Ayuso
Recuerdo muy bien los albores de la campaña presidencial del 2000, en aquel entonces Jorge González Torres, abanderado del Partido Verde, fue el primer candidato en aparecer por televisión como tal, sin embargo, hasta donde tenía idea, no habían iniciado los tiempos en medios masivos, el candidato se había adelantado. Desde aquella ocasión ha sido común denominador que el Verde Ecologista se adelante a todos, violando disposiciones electorales y gozando de cierta impunidad que hasta ahora no logro comprender.
Fundado a finales de los ochenta por la familia González –el clan del Dr. Simi-, apoyó al candidato del Frente Democrático Nacional, el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, durante las elecciones de 1988, aquellos controvertidos comicios en los que el sistema no cayó sino calló, resultando electo el mayor delincuente de la historia mexicana. Años más tarde cambió de nombre de Verde Mexicano a Verde Ecologista de México. La aparente intención del fundador y eterno dirigente fue la de proponer medidas a favor del medio ambiente, su recuperación y conservación.
Considerando la situación en el campo, la del indígena cuya condición de ignorancia, y pobreza, aunado a una cultura rústica, lo llevaban a prácticas ciertamente dañinas al ecosistema pero que le aseguraban una manutención inmediata, o quizá a los voraces depredadores del medio ambiente a quienes Carlos Salinas –a través de su no menos delincuente secretario de la Reforma Agraria, Víctor Cervera Pacheco- les abrió las puertas, las propuestas ecologistas eran una necesidad. A pesar de ello comprendemos que la defensa el medio no recae en iniciativas de restricción sino en la misma educación y aplicación de justicia, algo que Jorge González no supo entender, comenzando ahí la irrealidad de su partido, la fantasía que su posición acomodada le formó.
Elección tras elección su partido carecía de simpatizantes salvo ciertos “niños bien” de algunas ciudades, en no pocas veces perdió el registro. Aferrado a la idea de continuar el negocio familiar, de la partida obligada del presupuesto, de su aparición en los medios, González resolvió en formar alianzas con partidos grandes que le garantizaban su vampiresca existencia. Estos acuerdos no fueron formalizados pero incrementaron su presencia en el Congreso al grado de representar la quinta fuerza política; siguiendo la estrategia del Partido del Trabajo, fundado secretamente por Salinas de Gortari para sus propios planes.
Valiéndose de aquella falsa representación, Jorge González proyectó su candidatura presidencial para el 2000, con el despilfarro de recursos acostumbrado. Previendo su fracaso, declinó a favor del abanderado panista, Vicente Fox, ya no en coalición sino a través de alianza. En una coalición cada partido registra al candidato por su cuenta, si no se vota por un partido determinado éste perderá su registro aunque el candidato común haya ganado. En una alianza todos los partidos forman una sola denominación electoral). Era tal el arrastre del guanajuatense que no pocos declinaron a favor de él o al menos lo apoyaron, como Porfirio Muñoz Ledo y Manuel Camacho Solís, ambos en pos de un hueso. El deseo de González fue la Secretaría del Medio Ambiente y una senaduría para su hijo Jorge Emilio, el “Niño verde”.
Fox resultó vencedor pero rápidamente se desligó de los parásitos antes mencionados, esto llevo al eterno cabecilla al retiro público, quedando su vástago como “dirigente” y máxima figura del partido. Perdida la esperanza de algún puesto, el “Niño verde” renegó del presidente en su primer informe y desligó totalmente a su partido de la alianza que alguna vez tuvo con el PAN y que había llevado a Fox al triunfo. Realmente los votos ecologistas fueron innecesarios para dicho triunfo.
Con la sempiterna necesidad de subsistir a la sombra de un partido que garantice su registro y considerando los inicios priístas de Jorge González, el Partido Verde Ecologista de México, demostrando finalmente su cara -el negocio familiar- y la real falta de compromiso con el medio ambiente, se alía con el tricolor, cuna de los máximos vende-patrias y depredadores de recursos naturales del país. Más descarado que su padre, el actual dirigente del PVEM hizo del partido una cofradía politiquera que entre sus adepto figuró el ex pugilista Jorge Kawaghi, actual títere de Elba Esther Gordillo en su partido Nueva Alianza. En un principio Jorge Emilio generó simpatías que avizoraban un exitoso futuro político, sin embargo su aparición en el polémico video con los dos millones de dólares acabó afortunadamente con esa idea.
La unión con el PRI aún continúa, siendo una institución pelele de éste. Ante la demoniaca imagen del tricolor y su falta de compromiso ambiental es necesario mediáticamente el PVEM, quien careciendo de todo compromiso y obedeciendo a criterios ridículos, suele proponer a través de sus pocos representantes legislativos ciertos proyectos de Ley con tintes populistas; entre ellos tenemos al que obligaría al gobierno a subrogar clases de inglés a los alumnos, subrogar medicamentos cuando no se cuente en las farmacias oficias (esto ya existía) y la controvertida pena de muerte para asesinos y secuestradores, una medida que ha demostrado ser ineficaz en todo el mundo, rechazando la vida que tanto afirman defender a través de su cara ambientalista. En las elecciones federales de este año de nuevo adelantaron los tiempos con sus “spots irreales” donde aseguran ser una realidad que nadie cree; salvo por la atractiva actriz que aparece, son una basura.
Debido a la farsa inmensa, agrupaciones no gubernamentales como Greenpeace rechazan al PVEM como auténtico, e incluso las agrupaciones internacionales que acogen a los partidos ecologistas de todos los países han considerado la expulsión de la “garrapata verde de México”.
Porque lo único que es una realidad: un partido que carece de toda ética y principios, que engatusa a jóvenes light con qué sé yo y que andan en una vieja suburban sin rumbo fijo. Los tengo a dos cuadras de mi casa, regalando árboles del vivero municipal que de por sí son gratis. Me pregunto hasta cuándo aguantaremos a estas agrupaciones que no tienen siquiera la dignidad de un mini-partido. Esa mafia, ese oprobio a la sensatez no podía tener otro candidato, producto de su enfermiza alianza: Rolando Zapata Bello. N.R.A.A. Mérida, Yucatán a 22 de junio de 2009.
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